martes, 16 de agosto de 2011

Más allá del zapaterismo, los “indignados”. Indignados e inmigración.


 
Desde el 15 de mayo el “movimiento de los indignados” está en el candelero de la actualidad. Se trata de un movimiento heterogéneo a pesar de lo cual resulta fácil extraer algunos rasgos comunes (antipartidos tradicionales, orientación virada a la izquierda, humanismo y universalismo radicales, utopismo), pero si hubiera que encontrar uno de ellos que se repitiera en todas sus componentes y en todas sus provincias, ese sería el que ha rescatado y actualizado el viejo “papeles para todos”. Para el “movimiento de los indignados”, el problema migratorio se reduce a que el gobierno de turno coloca trabas a los inmigrantes para que entren los que quieran, cuando quieran y en el número que quieran; vanamente buscaríamos más matices, ni más profundidad intelectual: a esto se reduce el programa del 15-M en relación a la inmigración. Y si esta es la actitud de los “indignados” ante el problema de la inmigración habrá que convenir que, como mínimo, el movimiento presentado como “innovador”, ha incorporado tópicos demasiado viejos que, de entrada, lo descalifican. 


Si en el tema de la inmigración lo normal sería ejercitar un sentido común que nos dice que un país como España con una tasa de paro en el mejor de los casos del 8,2%, no puede admitir toda la inmigración que desea entrar o que los aforos de los países son como los de los cines, que llega un momento en que están completos, si el sentido común de los “indignados” no les dice que siete millones de inmigrantes son incompatibles con cinco millones de parados y que nuestro país no puede ser en tiempo de crisis el refugio de los menesterosos de todo el mundo, es que los “indignados” se mueven con una lógica que solamente va algo más allá que la del zapaterismo. Lo más lamentable del movimiento de los indignados es que sigue en la estela del zapaterismo –en la de la izquierda dogmática humanista y universalista- y algunas de sus componentes pertenecen a una extrema-izquierda o a sectores antisistema que a lo largo de tres décadas ya han demostrado la limitación de sus análisis, el dogmatismo simplón de sus tomas de posición y una práctica que oscila entre el mesianismo y la violencia.

Así pues vamos a realizar una breve excursión en torno al movimiento que va más allá del zapaterismo y especialmente de su posición en relación a la inmigración.

1. Un movimiento de “nueva izquierda”

El movimiento del 15-M es apartidista, pero casi en su totalidad respira el inequívoco aroma de la izquierda radical de los 80-90. No estamos hablando de partidos, es evidente para todos que el movimiento del 15-M es antisocialista y que no es en absoluto comunista. En ciertos sentidos remite al socialismo utópico, también al anarquismo asambleario y hay suficientes elementos que denotan un “humanismo universalista” que va más allá del que ha aplicado el zapaterismo desde que entró en escena.

La izquierda europea está en crisis. Esa crisis deriva de que la socialdemocracia con la configuración que adoptó el SPD alemán después del congreso de Bad Godesberg, en el que “aceptaban” el capitalismo y renunciaban al marxismo, haciéndose, por tanto, co-gestores de ese mismo capitalismo, está agotada. Todo fue bien durante los “treinta años gloriosos” (de 1945 a 1975, en realidad hasta 1973) el crecimiento económico en Europa permitía el optimismo: se podía ser socialdemócratas y diferenciarse de la derecha en la promesa y en la aplicación de medidas sociales. Pero a partir de 1973, la crisis del petróleo empezó a poner palos en los engranajes y, posteriormente, al final de la década, el ascenso del neo conservadurismo (con Tatcher y Reagan y la revalorización de las doctrinas de la escuela austríaca de economía) empezaron a acortar el margen de maniobra del centro-derecha. Finalmente, al estallar la Gran Crisis, se demostró que la socialdemocracia carecía de soluciones propias y que no podía hacer otra cosa que “salvar al capital financiero”. Por eso mismo dejaba de tener personalidad propia y tendía a aplicar exactamente la misma política que el centro-derecha, esto es, la que peor convenía a las clases trabajadoras.

Hoy, por todo eso, por falta de referencias doctrinales, por selección a la inversa de la calidad de sus gentes (el socialismo francés solamente pudo oponer a Sarkozy y a Marina Le Pen a un “millonario, socialista y judío” para colmo presidente del FMI, mientras que el socialismo español, tras Rubalcaba solo tiene una cohorte de perfectas mentes demasiado limitadas para tanta ambición, a lo Chacón, a lo Pajín, y poco más), por mansedumbre ante el capital, por comer de la mano de la alta finanza, y por haber abandona a su electorado natural, la socialdemocracia está semi desaparecida, ya no es preeminente respecta a su momento histórico y es incapaz de reconstruir un discurso político al estar excesivamente vinculada a la defensa del capital. Dicho de otra manera y en síntesis, la socialdemocracia ha fallecido, que la lloren los que hasta ahora han sido sus beneficiarios. La componente de centro izquierda del “partido único realmente constituido” (la otra componente es el centro-derecha y ambos comparten la idea de la “única política posible”, siendo, a la postre la cara y la cruz de la misma moneda) está a punto de colapsar y probablemente lo haga tras las elecciones generales de noviembre.

Hoy es evidente que el PSOE está excesivamente vinculado al régimen de la corrupción y la crisis económica, de la democracia formal pero no real, de la defensa del capital frente a la defensa del trabajo y de la economía especulativa frente a la economía productiva. Por eso las masas le están volviendo cada vez más la espalda. Y, en cuanto al PCE y a su prolongación, IU, la caída del marxismo primero y de la URSS después, entrañó su desaparición como fuerza política real, su asunción frívola del ecologismo demostró su desinterés por las cuestiones doctrinales y la imposibilidad de reconstruir un discurso desde la izquierda radical ortodoxa y marxista. La vieja izquierda, la izquierda de papá, del culto a la “resistencia” en Europa y del recuerdo obsesivo de la “memoria histórica” en España, han muerto.

Y es entonces cuando aparece una “nueva izquierda” polarizada en torno al movimiento aún inconcreto y nebuloso del 15-M. Nuestra tesis es que, si ese movimiento lograse por azar desembarazarse de las adherencias más desagradables que han acampado en Sol o en Plaza Cataluña, si con los fragmentos de los distintos grupos que lo componen fueran capaces de articular un discurso coherente capaz de interesar a los “verdaderamente indignados”, de ahí nacería una “nueva izquierda” mucho mejor adaptada al siglo XXI que la “vieja”. Este movimiento del 15-M podría terminar siendo algo parecido al Nuevo Partido Anticapitalista de Francia, o a Die Linke en Alemania, espacios que aquí la blandenguería y la mediocridad de Rosa Díez no pueden cubrir. De ahí que el estudio sobre la posición del 15-M en materia de inmigración nos pueda indicar si existe una reflexión profunda y metódica sobre el fenómeno o si bien se permanece en el terreno del panfletismo y del dogmatismo.

2. “Nueva” y “Vieja” izquierda

La “nueva izquierda” no parece querer nada con la “vieja izquierda”. Los primeros ven a los segundos como una especie de vector antediluviano y oportunista, con el que se no se sienten identificados. La “nueva izquierda” del 68 estaba formada por maoístas, trotskistas, anarquistas y situacionistas; todos ellos bebían más o menos de la izquierda tradicional y habían aparecido en un tiempo en el que los sindicatos todavía tenían prestigio, combatividad y capacidad de movilización. Esta “nueva-vieja izquierda” no existe ni siquiera a título residual. 

Izquierda Unida es precisamente un resto en putrefacción al que se le agota el tiempo: permanecer con la dimensión actual constituye para IU un suicidio, y resulta evidente que si no crece ahora, en tiempos de crisis, presumiblemente no lo hará jamás y su única posibilidad de tener algún protagonismo consistiría en ser un partido bisagra… pero para desgracia de IU las bisagras deben situarse entre dos fuerzas y no a la izquierda de una de ellas. El drama que pesa sobre IU es que sus dos opciones tienen mala salida: o bien se alía con el PSOE en nombre de la “unión de la izquierda” (lo que hace que sus llamamientos a la honestidad caigan en el vacío), o bien llama al “desalojo de los corruptos” (haciendo causa común con el PP y traicionando a sus orígenes de izquierdas). A IU, las simetrías parlamentarias queridas por los hacedores de la constitución de 1978 no le han dado otra posibilidad. La crisis de IU en Extremadura que se desarrolló tras conocerse los resultados de las elecciones autonómicas de mayo, demuestra que mientras el crecimiento de este partido sea mínimo (y no hay esperanzas de un crecimiento ni asindótico, ni sostenido) se verá sometido a tensiones internas lacerantes que diluirán sus triunfos. Por lo demás, el tiempo de IU ya ha pasado y un partido hecho a base de oportunismo de la peor especie, dogmatismo propio de otros tiempos, y democratismo, no podía sino tener un recorrido bien corto. Ese oportunismo está latente en el mismo tránsito del PCE a IU.

En 1970 aparecieron los primeros movimientos ecologistas. El hundimiento del Torrey Canyon, un petrolero que expandió la primera gran mancha de crudo en los océanos, fue su detonante. Para el Comité Central del PCE en los años 70 “el ecologismo es una ilusión pequeño-burguesa que distrae del hecho esencial: la lucha de clases”. En 1977, la posición del partido era la misma. Sin embargo, el desmantelamiento que vivió el PCE a partir de 1978 y el desprestigio del marxismo a partir de 1981, generaron la búsqueda de una “izquierda alternativa” que se encontró cada vez más en el ecologismo. IU, fundada por Gerardo Iglesias como una estructura “frentista” clásica, se fue convirtiendo poco a poco en un “modelo sandía”, rojo por dentro y verde por fuera, para pasar a ser, finalmente, una auténtica sandía verde… Nadie compra una sandía completamente verde. 

El mismo día en que en Francia el viejo PCF, con los 90 años cumplidos, renunciaba a presentar candidatura propia a las próximas elecciones presidenciales en beneficio de otras opciones de izquierda, Cayo Lara, coordinador de IU era abucheado por los “indignados” de Sol. No era raro: para estos jóvenes lobos de la izquierda en recomposición, Cayo Lara es el viejo modelo a eludir, un residuo del stalinismo, un político al uso que vive del cuento y no tiene interés en acometer ni proponer grandes reformas. No tienen nada que ver con él, a pesar de que Cayo Lara quiera ver en la protesta de los indignados un aliado objetivo para su maltrecha coalición.

El movimiento del 15-M es, sobre todo y por el momento, antipolítica. Se trata, por supuesto de un reflejo infantil, el habitual en la izquierda radical de todos los tiempos que ya denunciara Lenin en uno de los folletos. El movimiento de 15-M ve en todo diputado o en todo político profesional a un enemigo a batir. Cayo Lara es uno de ellos a pesar de que IU haga suyos los ideales de los “indignados”. Si el movimiento logra sobrevivir unos meses más, este sentimiento antipolítico se transformará, en una segunda fase, en realismo y sus dirigentes harán lo mismo que están haciendo ahora, Lara e IU: buscar un lugar bajo el sol. Ya se sabe que la primera arma del “régimen” es comprar al peso a los opositores y el movimiento del 15-M no tiene raíces excesivamente profundas. Integrarlo todavía es posible. La falta de una doctrina de conjunto y la ausencia de una reflexión doctrinal coherente y en profundidad, fuera de unos cuantos tópicos que la “izquierda alternativa” repite desde hace años (tasa Tobin, “otra globalización”, democracia asamblearia, etc.), hace que, los comportamientos de quienes se erigirán en líderes, en principio, carezcan de grandes soportes doctrinales y compartan más bien posiciones vivenciales que, en cualquier momento, cuando la tentación sea grande, pueden abandonarse justificándolas por el “realismo táctico”, concepto que las izquierdas de todos los tiempos han repetido. 
Porque hay algo inviable en el movimiento del 15-M…

3. De la democracia formal a la democracia imposible: el mito asambleario consecuencia extrema del mito igualitario

Lo más preocupante del 15-M es que asume un concepto peligroso e irrealista: el modelo asambleario abierto. Haría falta que sus impulsores leyeran la obra de Gustav Le Bon sobre los comportamientos de la psicología de las masas o la crítica a la democracia realizada desde finales del siglo XIX por autores de la talla de Ibsen o, posteriormente, por los fascismos e incluso por el propio marxismo, para reconocer que, la gran contradicción de las democracias formales es que están instauradas y han llegado a ser indiscutibles aun cuando nunca nadie haya contestado coherentemente a la crítica teórica contra ellas.

La democracia tal como la concibe el 15-M se basa en el concepto de “igualdad”, un concepto que deriva del mundo clásico, sólo que allí, no todos eran iguales: eran iguales solamente los miembros de un mismo estamento, mientras que los estamentos estaban jerarquizados. La igualdad es imposible y el valor del voto es una falsedad piadosa asumida para lograr un sistema de mayorías que funcione fácilmente. Está claro que si se trata de votos sobre la apertura de más centrales nucleares o el cierre de todas ellas, son los técnicos, los que conocen verdaderamente el problema y sus riesgos, quienes tienen derecho a opinar y el resto, los profanos, no podemos hacerlo sino siendo víctimas de manipulaciones y sugestiones maliciosas de unos y de otros. Hay cuestiones cuya complejidad e importancia no permite ser discutida por unas masas que, desde Le Bon sabemos que son vagas, tienen un bajo nivel de asimilación de ideas, una nula capacidad de razonamiento y una casi inexistente posibilidad de racionalizar conceptos y concatenar ideas y desconocen, en tanto que masas, los mecanismos del razonamiento lógico y de la concatenación de silogismos. Si en la antigua Grecia se practicaba la “democracia”, es evidente que había que añadirle un adjetivo: “democracia estamental”. Pero, hoy el movimiento dl 15-M nos dice que la alternativa a la democracia “formal”, esto es la democracia “real”, es un permanente ejercicio de asamblearismo. Una democracia real sería una asamblea permanente con capacidad de revocar decisiones de los dirigentes políticos. 

De ahí que el movimiento de 15-M no sea, como no lo fue antes la revolución de octubre, ni antes aún las revoluciones burguesas, y, por supuesto como fue la revolución de mayo del 68, no sea, decimos, otra cosa que el enésimo intento de llevar a la práctica los ideales de “libertad, igualdad”, cuando precisamente esos ideales, lejos de ser el centro del problema, acaso sean su desencadenante. Si la noción de “libertad” es ambigua, la noción de “democracia” no lo es menos. Y si bien está claro que la autoridad debe derivar de algún principio unánimemente aceptado, la “voluntad popular” no es más que un mito que, a fin de cuentas supone una medición cuantitativa de unos votos que se dan por “iguales”, cuando todo el mundo está obligado a reconocer que el voto de un experto y el de un ignorante nunca, en buna lógica, tendrán el mismo valor. La “democracia” (real o formal, “ya” o “mañana”) no es más que un mito que fue útil durante el período de las revoluciones burgueses para justificar el ascenso de nuevas clases sociales y en nombre de las cuales se procedió al desmantelamiento del antiguo régimen, pero no la idea tenía muy poco que ver con la democracia ateniense. La prueba ha sido que TODOS los intentos de llevarla a la práctica y hacer de la democracia un régimen de libertades, han fracasado (revolución francesa, revolución bolchevique, revolución de mayo del 68) y, por lo mismo, no hay ningún motivo para pensar que la “revolución de los indignados” tendrá otro final. 

De hecho, los dos principales lastres de esta “revuelta” son: su asamblearismo y su humanismo universalista extremo. Por lo primero, la democracia numérica se convierte en una obsesión: todos en todo momento deben decidirlo todo… Quien haya asistido a una asamblea sabe lo fácil que es manipularla y quien haya seguido debates en foros de internet conoce perfectamente que las distintas opiniones no contribuyen jamás a encontrar la línea correcta. 

El error del movimiento de los indignados es no percibir que el problema no es únicamente derribar los espacios de poder de los “partidos mayoritarios”, sino derribar el orden de ideas que ha permitido a los partidos mayoritarios llegar a la actual situación. Si en lugar de “libertad, igualdad, fraternidad”, el punto de partida fuera “orden, autoridad, jerarquía”, la protesta tendría otra perspectiva y, seguramente, supondría una ruptura con el “viejo orden”. Pero, mientras se persista, en llegar a las últimas consecuencias de un principio histórico que ha generado casi 225 años de errores, este será la cuarta rectificación que, como las otras tres, llevará a aberraciones históricas. Una cosa es que estemos en la era de las masas y otra muy diferente pensar que las masas, a través de las asambleas, pueden hacerse dueñas de sus destinos.

Es más, la “revuelta de los indignados” supone el límite extremo del “democratismo”: las asambleas permanentes, los cargos electores revocables en cualquier momento, el rendir cuentas al dedillo sobre la gestión realizada, elementos todos que ignoran el hecho esencial, a saber que tenemos una población que ha perdido desde hace décadas su capacidad crítica, que la competencia y el conocimiento de los problemas no es su característica esencial, que masas educadas en la telebasura y en el consumismo, que han callado durante décadas ante una pérdida progresiva de derechos y que, ni siquiera han sido capaces de algo tan sencillo como rectificar su voto, no son el sustrato más adecuado –pero si son el mayoritario- para una “asamblea permanente”.

Como todo movimiento nacido durante unas crisis, el movimiento del 15-M porta en su propio ADN el germen de la crisis. Su reflexión ha sido “simpática” en el sentido en que han aislado un solo problema (los límites de la democracia formal), han exteriorizado una sensación de hastío (generada porque la inseguridad que se ha convertido en la característica dominante del sistema político-económico español) y han abucheado a los responsables últimos de la crisis. Pero, el movimiento, en su conjunto, tiene unos ideales que, extrañamente, coinciden con los del Zapaterismo, esto es, un humanismo universalista que en la “otra globalización” el objetivo a alcanzar, en las fronteras nacionales y en los aparatos estatales el enemigo (cuando pueden ser considerados como los últimos bastiones contra la globalización), en una forma de ingeniería social la vía justa (ya se sabe: aborto libre, eutanasia, divorcio exprés, adopciones gays, etc, elementos características del programa zapateriano extraídos todos, sin excepción, de las directrices de la UNESCO), y si han dicho algo sobre la inmigración está más próxima al “papeles para todos” y al “ningún ser humano es ilegal” que a la percepción de la inmigración como uno de los canales a través de los que actúa la globalización.

El nivel teórico del movimiento del 15-M es, pues, una prolongación extrema de lo iniciado en 1789 y con ello se cierra el ciclo: cuando se parte de principios falsos que se absolutizan (libertad, igualdad y fraternidad), el error se manifiesta antes o después.

4. Ha llegado el tiempo del primer despunte de la crisis política

Era fácil prever (y así lo hemos hecho desde 2007)  que la crisis económica, en caso de prolongarse, generaría una crisis social y ésta, si se prolongaba, terminaría generando una crisis política. Estos pasos se han seguido de manera inexorable y ahora estamos ante los primeros despuntes de la última fase. Repasemos el proceso para encuadrar el movimiento del 15-M dentro del contexto de la crisis.

En 2007 se decía: “dos millones de parados es un problema laboral, tres millones de prados es un problema social y cuatro millones es una revolución”. No era así. El “entartainment” ha hecho que dos millones de parados fueran considerados de manera tan optimista que incluso cuando existían era preciso importar a seis millones de inmigrantes; cuando existían tres millones bastaba con ampliar las ayudas y cuando teníamos cinco, para calmar a la población ha bastado dar más sobredosis de telebasura y fútbol televisado a diario. 

Pero el problema que se ha planteado al zapaterismo es que el superávit que tuvo en la primera fase de su gobierno, se ha ido agotando. ZP nunca supo por qué crecía la economía española y, por tanto, nunca se enteró de porqué decrecía. Se limitó a creer que se trataba de un percance temporal y que pronto la economía mundial tiraría de la española, por eso se podía aumentar subsidios y subvenciones y eso se hizo. Pero la crisis se prolongó, otros países salieron de ella, pero no España cuya estructura económica era de “monocultivo” (construcción-hostelería) y al ir prolongando los subsidios sin disminuir el gasto en otras actividades dio como resultado un agujero económico gigantesco.

El primer aviso de que estaba en ciernes la transformación de la crisis económica en crisis social se produjo durante la huelga convocada por los sindicatos minoritarios del sector de transportes en junio de 2008: unas pequeñas asociaciones habían conseguido detener los transportes por carretera. Sin embargo, en los dos años siguientes sorprendió el que los sindicatos se negaron a convocar protestas contra el gobierno y, cuando llegó la huelga general, se trató de un mero trámite para seguir siendo considerados como “agentes sociales”, en el que evidenciaron tener poco interés. De hecho, la movilización se hizo más en contra del PP que del Zapaterismo. Sin embargo, el hecho mismo de que se percibiera claramente que los sindicatos tenían poca capacidad de movilización, constituyó en sí mismo uno de los rasgos que hacía temer que la protesta social cuando estallase, los rebasaría. 

El riesgo para la estabilidad del “régimen” nacido en 1978 era esta: que las dos columnas sobre las que se construyó, centro-derecha y centro-izquierda, entraran en crisis, introduciendo un factor de inestabilidad en la totalidad del sistema. Ello ocurriría inevitablemente si se prolongaba la crisis. En el momento actual, la columna de centro-izquierda corre el riesgo de colapsar. El hundimiento electoral de esta formación el pasado 22-M fue mucho más grave de lo que preveían incluso los más pesimistas dentro del partido. Inmediatamente, la sensación de crisis se trasladó a las federaciones regionales iniciándose un proceso de centrifugación que se acelerará cuando se cierren las urnas en las próximas elecciones generales. Ahora el PSOE paga diez años de errores en los que su sigla ha quedado sustituida por la sigla ZP. Y el recuerdo del Zapaterismo tardará en extinguirse.

En cuando a la otra columna, el centro-derecha, parece difícil que logre sacarnos de la crisis en poco tiempo. A la vista de sus propuestas económicas (ridículamente electoralistas unas: “bajar impuestos sin bajar prestaciones”), de sus silencios obligados (¿alguien ha oído el modelo económico que propone el PP?) y de sus lagunas (¿qué dice el PP sobre la globalización ahora que ya resulta evidente que beneficia a unos –el capital especulativo- y perjudica a todos los demás?), no cabe hacerse ilusiones. La estrategia del PP consiste en que las presiones de la UE obliguen a ZP a poner en marcha las reformas drásticas y neoliberales de la economía española y le ahorren a él tener que hacer el ajuste duro. Pero ambos programas para salir de la crisis son uno: el dictado por el capital especulativo y la finanza internacional y transmitido directamente a través de la UE, del FMI e indirectamente a través de los “mercados”. Así pues, el PP no será una solución, sino que en el período 2012-2014 se vivirá una sensación de “ajuste duro” con más privaciones y estrecheces para casi todos. Es cuestión de examinar lo que ocurrirá en ese momento.

Parece claro que con un centro-izquierda que saldrá desmantelado de las próximas elecciones y un centro-derecha que se ganará pronto el rechazo general (¿de qué hablará Intereconomía cuya única “bestia negra” es Zapatero?), y que no obtendrá ningún éxito inmediato por lo menos en su primera legislatura, la crisis social se habrá transformado y en crisis política. Porque si la columna de centro izquierda que sostiene al régimen también entra en colapso, es el sistema el que corre el riesgo de desplomarse.

El nacimiento del movimiento del 15-M responde precisamente a este esquema de la sucesión de crisis: aparece cuando la crisis social ya está muy avanzada, sustituyendo a unos sindicatos “huidos” y silenciosos e incluso atreviéndose a impulsar la convocatoria de una huelga general (que esta vez sí será masiva con millones de personas en las calles porque la convocatoria no estará lastrada por unos sindicatos desprestigiados y con la peor imagen posible, sino por un movimiento “joven y simpático” para la mayoría del país en el que cada cual ve justo lo que quiere ver) y cuando una de las columnas del régimen (el centro-izquierda) empieza a convulsionarse. De hecho, la tesis que hemos sostenido en el inicio de este análisis es precisamente que en el futuro el 15-M puede evolucionar como pieza de sustitución y de renovación de la “izquierda de papá” (tanto de IU como del PSOE) cuando esta se hunda definitivamente. Desde este punto de vista, el movimiento no es tan importante hoy, como lo puede ser en el futuro a poco que adquiera una coherencia interior y un estado de madurez (del que hoy dista todavía mucho de alcanzar). 

Hemos rectificado la opinión que manteníamos inicialmente sobre la perennidad del movimiento que nos hicimos en sus primeras semanas (creíamos que a partir del 22-M se desmovilizaría), creímos luego que seguiría un proceso degenerativo (que en realidad se ha producido al integrarse colectivos marginales y desaparecer entre el 22-M y los quince días que siguieron a los grupos sociales que tenían verdaderos motivos para estar “indignados”), pero los errores cometidos en Barcelona con el caótico intento de desalojo de la plaza de Cataluña reavivaron el movimiento y el cerco al parlamento catalán, consolidaron el movimiento mucho más en Barcelona que en Madrid en donde, si no fuera la capital del Estado y terminaran allí convergiendo las protestas, probablemente lo que quedaría de la acampada de Sol serían marginalidad pura y simple (como ha quedado en Valencia, marginalidad, residuos de la izquierda radical y newagers).

El intento de recuperación que realizó el Zapaterismo se ha cerrado entre el fracaso y el ridículo, y la preocupación de Rubalcaba para evitar que se produjeran tensiones entre las fuerzas de seguridad del Estado y los “indignados” (como ocurrieron en Barcelona), obedece precisamente a la convicción de que el electorado del PSOE es el más sensible a la posición de los “indignados” y que los decepcionados con la política zapaterista irán a engrosar sus filas. Bastará con que un diputado del PSOE, en este momento, rompa con el partido y se manifieste a favor de los indignados para que un movimiento “sin rostro” (la máscara de Anonymus es, sin duda, otro de los hallazgos del movimiento) empiece a tenerlo.

Dicho de otra manera: el movimiento del 15-M es el primer despunte de la crisis política que se avecina, último estadio de la crisis del régimen que sigue a la crisis económica y a la crisis social. La “sucesión de crisis” y su “convergencia” en un Punto Omega, estación término del sistema de equilibrios políticos surgidos en 1978, es lo que tenemos ante la vista y el lugar natural de encuadre del 15-M.

5. Stéphane Hessel, su “indignación” y su “solución”

El texto de Stephen Hessel ¡Indignaos! es un canto al pasado. Su crítica a la modernidad se basa en actos y declaraciones del… Consejo Nacional de la Resistencia redactado el 14 de marzo de 1944, es decir, en uno de los documentos de los que arranca el ordenamiento político actual de Francia. A pesar de la simpatía que puede inspirar un anciano de 93 años, lo cierto es que el análisis que realiza Hessel en las 30 páginas de su escrito aporta pocas soluciones y su mismo análisis es extremadamente endeble, en algunos fragmentos incluso infantil hasta el punto de que sorprende la repercusión que ha tenido. 

Hessel empieza recordando a la Resistencia, a algunos de sus líderes muertos, recuerda el programa de la resistencia (1942-44 aunque él lo prolonga al período 1940-45) creado para un mundo y para una situación que ya nada tiene que ver con la actual y explica que “El motivo de la Resistencia fue la Indignación”… y esto ya empieza a ser difícil de creer porque a nuestro alcance están los libros de historia y la lógica más elemental que nos dice que la resistencia fue un intento de ingleses y americanos que preparaban el desembarco de Normandía y hostigaban la retaguardia alemana en Francia mediante grupos que ellos mismos estimulaban y armaban. El propio Hessel debía de saberlo porque en marzo de 1941 se exilió en Londres y tras seguir un curso en la Royal Air Force se incorpora en marzo de 1942 a las Fuerzas Aéreas Francesas Libres, en el Bureau Central de Renseignements et d’Action con el cargo de “agente de enlace con el Estado Mayor británico”. No, el motivo último de la Resistencia no fue la indignación, sino la ocupación alemana y la resistencia fue estimulada por ingleses y americanos de un lado (los miembros del PCF no se incorporaron hasta que Hitler invadió la URSS…). De ahí que sea difícilmente asumible para quien conoce la historia y el pasado de Francia asumir estás líneas: “Nosotros, los veteranos de los movimientos de resistencia y de las fuerzas de combate de la Francia Libre, llamamos a la generación joven a vivir, transmitir, el legado de la Resistencia y sus ideales. Les decimos: Tomen nuestro lugar, ¡Indígnense!”… porque la Francia de ahora, el Estado francés actual, es el resultado de aquellos principios y de la mística “resistencialista” que todavía está presente en la sociedad francesa ¡66 años después del fin de la guerra!
Estos valores han estado presentes demasiado tiempo como para que ahora aparezca Hessel en nombre de un pasado idealizado (¿por qué todas las “memorias históricas” idealizan a la izquierda pero eluden considerar sus errores históricos, incluso los más temerarios?) y parezca no tener nada que ver con la Francia actual ¡él que trabajó tanto para el presidente Valery Giscard d’Estaing como para Mitterand! Por eso resulta inasumible el que pueda escribir: “En mi larga vida presencié una sucesión de motivos para indignarme”… ¿solamente se ha indignado públicamente ahora? 

El perfil de Hessel es el de un hombre que toda su vida ha trabajado para el sistema, mientras ha podido ha trabajado para presidentes de la República convencionales (y de los que las crónicas recuerdan sus rapacidades ante las que Hessel no se indignó, ni tiene hoy nada que decir) y ha tenido arte y parte en la elaboración de documentos internacionales promovidos por la ONU y la UNESCO, es decir, que tiene algo que ver con ese humanismo-universalista que es la guía del zapaterismo. Hessel ha vivido de esto, ha sido un hombre de izquierdas entre convencional y universalista, tal como lo prueba el que en 1985 fuera elegido para presidir la red de apoyo a la candidatura de Michel Rocard a la presidencia de la república. En 1986 se adhirió al Partido Socialista, antigua SFIO, desde 1944 uno de los pilares permanentes de la vida política francesa. Y para acabar este recorrido biográfico, cuando se cumplió el 60º aniversario del Programa del Consejo Nacional de la Resistencia, invitó a las “jóvenes generaciones a hacer vivir y transmitir la herencia de la Resistencia y sus ideales siempre actuales de democracia económica, social y cultural”

En España hemos conocido a miles de estos excombatientes que pasados más de medio siglo consideran, a despecho de la realidad, que los mejores años de su vida fueron los de su juventud en los que tomaron partido. El perfil de Hessel coincide con un hombre que atravesó una vida difícil entre 1940 y 1944 y toda su existencia posterior ha consistido en idealizar aquellos momentos. Pero la actualidad es hijo de aquella época en la que no solamente se derrotó al nazismo, sino que la victoria aliada dividió a Europa en dos bloques, en donde el continente estuvo ocupado por tropas norteamericanas y soviéticas, en donde se amasaron grandes fortunas con la reconstrucción, el período en el que se gestaron las estructuras políticas, sociales y económicas que hoy son los pilares de la modernidad… ¡como para estar orgullosos! Precisamente, el “huevo de la serpiente” fueron los documentos promovidos por los aliados entre 1944 y 1945: el presente es hijo directo de todo aquel pasado que puede estudiarse, pero no idealizarse que es, justamente, lo que hace Hessel a falta de buscar un punto de arranque para su ensayo y para su consigna: “¡Indignaos!”.

Hessel, por lo demás, parece caer en aquel defecto de percepción propia de algunos ancianos: una incapacidad para acordarse de lo que ocurrió ayer (mala memoria a corta distancia) y buena para retener episodios de un pasado lejano (buena memoria a larga distancia). Hessel, por ejemplo, no recuerda que en noviembre de 2005 hubo una “intifada” en Francia que fue la primera demostración de que la integración de los inmigrantes y de las minorías étnicas (ya con pasaporte francés) había fracasado. No quiere recordar que los residentes en las cárceles francesas son mayoritariamente extranjeros (lamentablemente para el lobby inmigracionista las encuestas son difícilmente cuestionables aunque en Francia esté prohibido considerar a grupos étnicos en las estadísticas). Ni, por supuesto, le interesa saber que incluso políticos y artistas de izquierdas han recordado que la heroína la mueven en Francia miembros de la comunidad argelina casi en exclusividad. 

¿Para qué recordar todo esto? Es mucho más fácil manejar tópicos que circulaban en Francia desde finales de los años 70 para justificar lo que se percibía como llegadas de inmigrantes imposibles de integrar. Tampoco recuerda el hartazgo de la sociedad francesa manifestado hace tres años en relación a los gitanos rumanos. Y escribe Hessel: “A la gente joven le digo: Miren alrededor, encontrarán temas que justifiquen su indignación — hechos acerca del tratamiento de inmigrantes, de inmigrantes "ilegales", de gitanos. Encontrarán situaciones concretas que les llevan a fortalecer su acción ciudadana. ¡Busquen y encontrarán!”. Y en su libro vuelve a salir en defensa de los inmigrantes ilegales quejándose de que se produzcan expulsiones y que se pida a los inmigrantes documentación por la calle. Y negando que la Francia de hoy es hija de la Francia resistencialista escribe: Son cosas en las que nos habríamos negado a ceder si fuésemos los herederos verdaderos del Consejo Nacional de la Resistencia”

Hessel tiene dificultades para explicar lo que para él es su enemigo “el totalitarismo”. Es más, incluso cuando alude a él intenta evitar referirse al comunismo (la parte más activa de la resistencia francesa a partir de 1942), le conmueve la situación de los territorios ocupados en Palestina (y la cosa tiene mucho más valor en la medida en que Hessel es judío) y apela a la no violencia para resolver los conflictos (“Estoy persuadido a que el futuro le pertenece a los no violentos”) para llegar a “la reconciliación de diferentes culturas”. Como otros funcionarios de la ONU (Hessel lo es y viaja con pasaporte diplomático) anuncia la “nueva era”: “Es por esta vía que la humanidad entrará a su siguiente etapa”. Después de unas cuantas páginas de divagación sobre el pacifismo alude al “pensamiento productivista, impulsado por Occidente” (cuando el verdadero problema de la globalización es que la economía ha dejado de ser “productiva” para pasar a ser “financiera” y, por tanto, especulativa). Solo unas páginas después el documento termina con una nueva alusión a la Resistencia y a la derrota del nazismo, diciendo que “esta amenaza no ha desaparecido y nuestra ira contra la injusticia sigue intacta” que parece indicar que ni siquiera en cuestión de “enemigos” Hessel tiene claro contra quien combatir. Las últimas frases “Convoquemos una verdadera insurrección pacífica contra los medios de comunicación de masas que no propongan como horizonte para nuestra juventud otras cosas que no sean el consumo en masa, el desprecio hacia los más débiles y hacia la cultura, la amnesia generalizada y la competición excesiva de todos contra todos” demuestran muy a las claras lo limitado del análisis de Hessel y lo incomprensible de que el libro de un abuelo situado fuera de la realidad e incapaz de comprender la modernidad haya sido el texto inspirador de la “nueva izquierda que nace fuera de la izquierda tradicional”.

Sí, porque el movimiento de los “indignados” es solamente la prolongación más extrema del zapaterismo, o lo que podríamos llamar “la izquierda de reemplazo” que generará un nuevo espacio político en caso de que la derrota del PSOE sea excesiva e impida cualquier ulterior reconstrucción tras las próximas elecciones de noviembre.

6. El movimiento de los “indignados” y la inmigración

El 24 de mayo de 2011 se hizo público el Manifiesto de la Subcomisión de Migración de Democracia Real ¡ya! que se iniciaba con esta frase: “Todos somos seres humanos, ninguna persona es ilegal” que no era sino un remedo de un documento publicado en 1997 dentro de la Iniciativa Papeles para todos” que empezaba así “Todo ser humano goza de derechos inviolables derivados e inherentes a la propia dignidad de ser persona, por lo que NINGÚN SER HUMANO PUEDE SER CALIFICADO COMO ILEGAL” (las mayúsculas están en el original). El movimiento del 15-M se había limitado a reproducir el espíritu de un documento publicado un año después de que se iniciara la marea migratoria, sin apenas formular retoques, sino simplemente resumiéndolo.

Los errores de apreciación eran exactamente los mismos casi quince años después de la publicación del documento originario: “Todas las personas, independientemente de nuestra procedencia, somos iguales en derechos”. “Abogamos positivamente por la construcción de una sociedad basada en la solidaridad y el apoyo mutuo”. “Defendemos la libre movilidad humana y por eso exigimos el fin de la persecución, estigmatización y criminalización de las personas migrantes y de los colectivos que las apoyan, sea del tipo que sea”. Y se terminaba exigiendo: El cierre inmediato de los centros de internamiento de extranjeros, el fin de las “redadas racistas” por parte de la policía aunque el gobierno niegue su existencia, la derogación de la ley de extranjería, eliminar la financiación con fondos públicos de las prácticas discriminatorias como la segregación escolar, la concesión de protección internacional a refugiados y apátridas, la despenalización del Top Manta, el fin de la externalización de las fronteras fuera del territorio europeo, el cese de la instrumentalización de la migración por parte de los partidos políticos. Tales eran las propuestas e intenciones del 15-M que puede ser definido como un movimiento inmigracionista radical a tenor de la consigna con la que terminaba el documento: “¡La revolución será mestiza o no será!”

El documento de Papeles para todos, publicado 14 años antes cuando la inmigración era un fenómeno incipiente, coincidía en todo con el del 15-M. En 1997, por ejemplo, se pedía: “Que se adopten los mecanismos adecuados para que todos aquellos inmigrantes que vivan en el Estado español sean dotados de la documentación necesaria par poder circular libremente y residir establemente si lo desean”, “Que se adopten las medidas necesarias para garantizar el acceso de todos los residentes a los mismos derechos sociales que el Estado proporciona a los nacionales del país”, “Consideramos que las medidas exigidas constituyen el primer e indispensable requisito para propiciar su integración social y alentar la convivencia ciudadana”. Ambos documentos son hijos de la misma inspiración a pesar de que el de Papeles para todos fue escrito cuando se iniciaba la oleada migratoria y aun no se sabía el techo del fenómeno ni cómo podía afectar a la sociedad española,  y el segundo se ha redactado cuando un sector creciente de la sociedad española está “indignado” ante la política migratoria del gobierno Zapatero y ante el asentamiento continuo de más y más inmigrantes a pesar de que resulta demasiado evidente que la inmigración masiva no es la solución especialmente para el país receptor que ve como el coste de mantenimiento de una masa imposible de acomodar en un mercado laboral agónico. 

En estos documentos y en la toma de posición frívola, poco meditada, superficial, tópica y panfletera se percibe perfectamente el carácter del 15-M: un movimiento cívico de reforma de las instituciones malogrado por la presencia de sectas de extrema-izquierda y del lobby humanista-universalista propio del submundo de las ONGs.

7. Los inmigrantes y el movimiento del 15-M

En principio, la presencia de inmigrantes dentro de las manifestaciones del 15-M no debería sorprendernos pues, a fin de cuentas, se trataba de protestas protagonizadas por los sectores más vulnerables de la sociedad. Antes mismo de las elecciones del 22-M ya se habían incorporado inmigrantes especialmente andinos a las protestas que tuvieron lugar en calles y plazas. Los grupos más activos fueron, por este orden, los ecuatorianos, colombianos, peruanos, mexicanos. Esta presencia se vio especialmente en Madrid y, a pesar de que fue episódica y minoritaria, fue apoyada por la Federación Estatal de Asociaciones de Inmigrantes y Refugiados (Ferine) que se sumó al movimiento Democracia Real Ya. A pesar de que la excusa de Ferine era “mejorar la democracia que existe y buscar solución a los problemas de paro, falta de vivienda y explotación laboral", era evidente que lo que les atraía era la toma de posición del movimiento del 15-M relativa a la inmigración. 

Otro aliciente que vieron los andinos en el movimiento del 15-M era su oposición a la ejecución de hipotecas. Buena parte de los ecuatorianos presentes en las plazas eran miembros de la plataforma Afectados por la Hipoteca y de la Coordinadora Nacional de Ecuatorianos en España. Como se sabe, desde el inicio de la crisis (incluso desde antes) los ecuatorianos figuraban entre los colectivos inmigrantes que más tendencia tenían a comprar una vivienda en España habiendo caído en la trampa –como se decía en la época- de que “comprar piso es la forma de ahorrar en España”. Decenas de miles de ecuatorianos, entre 2003 y 2007 compraron viviendas de baja calidad, a precios excepcionalmente hinchados, con hipotecas del 120% sobre el precio de tasación, presentando como documentación contratos de trabajo de seis meses. El colectivo de inmigrantes ecuatorianos, a través de un portavoz, informó que apoyaban el movimiento del 15-M porque han sido víctima del “abuso de los bancos” que ha generado “casos de estafas brutales”.

En realidad, los andinos fueron a la plaza apoyando al movimiento Afectados por la Hipoteca que acampó cerca de Democracia Real ¡Ya! Pero que, formalmente, no tenía nada que ver con ella. El interés de los andinos en esta protesta radicaba en que se aproximaban miles de ejecuciones de hipotecas y varios cientos de los afectados eran inmigrantes de ese origen y buscaban apoyos para impedir los desalojos y el quedar todavía cantidades pendientes de pago lo que implicaba que mensualmente se les sustraerían plazos de su sueldo. En el primer intento de evitar un desalojo en 15 de junio en el madrileño barrio de Tetuán, los ecuatorianos estuvieron presentes en número significativo, no lo estuvieron tan masivamente en cambio, en otros desalojos en los que el afectado no pertenecía a su comunidad.

El 9 de agosto, alrededor de 50 miembros del movimiento 15-M de Málaga pasaron la noche concentrados frente al Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE), donde prestaron su apoyo al inmigrante argelino Sid Hamed Bouziane para que se resolviera su petición de asilo en España, del que decían que no podía a su país al temer por su vida. Lograron detener la expulsión hasta que se resolviera su petición de asilo, sin embargo en el curso del desalojo se produjeron choques violentos con la policía y mucha tensión. La verdad, era que ni siquiera los “indignados” tenían claro ni quién era Hamed Bouziane, ni siquiera si tenía motivo para temer pro su vida, ni tampoco dónde estaban los documentos que avalaban su portentosa historia. El 16 de agosto se confirmó de nuevo su decreto de expulsión.

La web enlatino.com destacó que “Los indignados de Sol piden abolir la Ley de extranjería” añadiendo que “El movimiento 15 M, defiende la igualdad real de todos los ciudadanos, sean o no extranjeros”. Los inmigrantes acampados lanzaron un manifiesto en el que se decía: “Estamos indignados porque nos hemos jugado la vida para buscar un futuro (…) Estamos indignados porque estamos en paro y no cobramos ningún subsidio (…) Estamos indignados porque la hipoteca nos come el sueldo y  ni devolviendo el piso podemos librarnos de ella (…) Estamos indignados porque se nos insulta y acusa de ser los causantes del paro y los recortes sociales cuando es el gobierno quien da el dinero a los banqueros y se lo quita al pueblo (…) Estamos indignados porque ni siquiera tenemos derecho a voto, aunque vivamos aquí, aunque tengamos papeles (…) Estamos indignados porque estamos sometidos a una ley especial, la Ley de Extranjería, un apartheid jurídico que nos niega todos los derechos (…) Estamos indignados porque por el solo hecho de no tener papeles nos encarcelan en los CIE’s y nos deportan luego de mil humillaciones y maltratos”. Los argumentos no eran mucho mejores que aquellos otros de los que hacían gala los indignados autóctonos y demuestran el grado indigencia intelectual de unos y de otros.

El 20 de mayo los acampados en Sol habían creado dos nuevas áreas: un punto limpio y otro de atención y protección a inmigrantes sin papeles… Hoy, cuando durante el mes de agosto el movimiento ha entrado en declive y no se reanimará tras el final de las vacaciones y se reanimará con la proximidad de las elecciones, vale la pena preguntarse en qué momento el movimiento en alguna de sus partes ha dicho algo coherente en relación a la inmigración o ha intentado examinar el fenómeno de manera objetiva. La respuesta es nunca. Y esto es precisamente lo que genera desconfianza hacia un movimiento cuyo título que mejor le cuadra no es el de “movimiento de los indignados”, sino “movimiento pro-inmigracionista de los indignados supervivientes de la extrema-izquierda arqueológica que han ahogado la protesta popular encauzándola por la vía del dogmatismo y de las utopías humanistas-universalistas propias del zapaterismo. Sí, porque a fin de cuentas –y es paradójico que esto suceda- si José Luis Rodríguez Zapatero tiene un heredero político ese es el movimiento del 15-M, no importa que ellos no lo sepan o que no se consideren como tales, lo que importa es que dicen sobre las frías aceras de Sol o de la Plaza de Cataluña lo que Zapatero creía desde su poltrona en La Moncloa y desde que emergió en León como candidato in pectore a la secretaría general del PSOE. Del “Construir una sociedad que acepte a todos los inmigrantes” (punto número 1 de la candidatura de Zapatero a la Secretaría General del PSOE en 2000) hasta el “Papeles para todos” del 15-M, del “multiculturalismo y el mestizaje” zapateriano al “la revolución será mestiza o no será” de los “indignados”, no hay tanta distancia, como no la hay del proyecto humanista-universalista zapateriano al proyecto universalista-humanista de Hessel y de sus discípulos. 

Cuando pasen los años y se olvide la parálisis que supuso el zapaterismo para la solución de los problemas de este país, el movimiento del 15-M (o lo que le suceda) terminará reivindicándolo como “opción moral” o como “padre putativo”. Y no se equivocaran, de hecho el 11-M es el hijo legítimo del zapaterismo y de la ética ingenuo-felizota.

© Ernesto Milà – infokrisis – http://infokrisis.blogia.comhttp://info–krisis.blogspot.com – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen