sábado, 12 de mayo de 2012

El caso de las remesas: por el humo se sabe donde está el fuego



Infokrisis.- El estudio del movimiento de remesas demuestra que en plena crisis económica, la inmigración cada vez aumenta más el envío de fondos a sus países de origen, hasta el punto de que puede decirse que existe en España un comportamiento contradictorio entre los niveles de paro de la inmigración y su prosperidad económica demostrada con el envío de remesas. El asunto de las remesas es una de las cuestiones menos estudiadas del fenómeno migratorio. Vamos a intentar en las páginas que siguen resumir el estado de la cuestión.

Concepto e importancia de las “remesas”

Se entiende por “remesa” los fondos que los inmigrantes envían a sus países de origen y que pueden ingresar en cuentas propias o destinados a sus familiares. Desde que existe constancia en la historia del inicio de los flujos migratorios siempre se ha producido trasvase de fondos de unas zonas del planeta a otras, desde las zonas de residencia de los inmigrantes a las zonas de origen, pero a finales del siglo XX con la mejora de los sistemas informáticos y de los servicios bancarios, estos tránsitos económicos se convirtieron en masivos y, en su mayor parte, desregulados, lo que constituyó un poderoso incentivo para estimular migraciones.
Según las estimaciones del Banco Mundial, los países que más remesas recibieron en 2010 fueron por este orden India (55.060 millones de $, dado su volumen de población y la capacidad técnica de buena parte de sus inmigrantes), China (40.500 millones de $, fundamentalmente a causa del volumen de su inmigración), y a mayores distancias Pakistán (8.700 millones de $) y Marruecos (7.000 millones de $). Salvo India, cuya inmigración en España apenas es significativa, los otros países, especialmente los dos últimos tienen una abundante colonia inmigrante en nuestro país. Dicho de otra manera: en 2010 se fugaron varios cientos de millones de euros a esos países y, en la medida en que se trataba de dinero procedente como veremos de la economía sumergida, se trató, simplemente de lo que en rigor puede llamarse una “fuga de capital” que disminuyó el dinero circulante en España y, desde luego, tiene algo que ver con la caída del PIB (cuando desaparece dinero de un país y se trasvasa a otro, ese dinero ni se utiliza como ahorro, ni como inversión en ese país, sino que cruza fronteras, disminuye el dinero circulante, disminuye, por tanto, el consumo y, finalmente, disminuye el PIB (que no mide nada más que el total de movimientos económicos que se producen).
Todavía está por estudiar lo que afecta este fenómeno a la inflación en la medida en que si dentro de un país disminuye el volumen de dinero, los precios deberían de tender a bajar, y por tanto, la inflación disminuiría, lo que explica el porqué ninguna autoridad económica ni monetaria presta el más mínimo interés a estas cifras que, en sí mismas, como veremos, son el síntoma de una enfermedad. Dada la obsesión antiinflacionista difundida desde el Banco Central Europeo, parece como si la única enfermedad de la economía fuera la inflación (la pérdida del valor del dinero) y, por tanto, cualquier fenómeno que tienda a contenerla (y el envío de remesas tiene cierta parte de responsabilidad en la contención del fenómeno) fuera considerado como positivo. Sin embargo, si disminuye el circulante en un país, disminuye también el consumo y si disminuye el consumo aumentan las cifras del paro, los cierres de empresas y la pérdida de riqueza... Dado que el único interés del Banco Central Europeo es el control de la inflación (y defender los “ahorros” de los países con una economía más fuerte, concretamente Alemania), cualquier otra consideración (fuga de capitales, pérdida de consumo, descenso de PIB) pasan a segundo plano.

El aumento en el envío de remesas desde el inicio de la crisis

Resumimos la situación de la inmigración: llegada en oleada a España a partir de 1997 alcanza hoy un volumen de 7.250.000 inmigrantes según cifras oficiales. De estos apenas trabajan 1.800.000 en los meses altos y casi siempre por las franjas salariales más bajas. El paro entre la inmigración es más alto que en cualquier otro colectivo social. Su comportamiento económico debería de ser coherente con esta situación de crisis y precariedad: a medida que han ido disminuyendo el número de inmigrantes dados de alta en la Seguridad Social y han ido, paralelamente aumentando las cifras de paro y la inmigración se ha ido transformando en un fenómeno subsidiado que recibe muchos beneficios social y que cuesta al Estado y a la sociedad española cada vez más dinero en materia de sanidad, educación, prisiones, policía y asistencia social, parecería lógico que el dinero enviado por los inmigrantes al exterior fuera disminuyendo sensiblemente. Sin embargo el fenómeno que puede constatarse a poco que se examinen las cifras oficiales, es que desde que comenzó la crisis económica, como veremos, los envíos de remesas han ido aumentando.
La explicación al fenómeno es simple y demuestra que la precariedad de la inmigración no es tal. Los inmigrantes en paro, los que reciben el seguro de paro y las prestaciones posteriores a su término, además, integran las bolsas de trabajo negro. Eso implica que el Estado (esto es, la sociedad española de la queo se  el Estado es su encarnación jurídica) sufre un doble perjuicio: de un lado hoy en España un 23% de la economía está fuera de control de la Hacienda pública (no toda es protagonizada por la inmigración, pero sí la mayoría, a la vista de las cifras de envíos al exterior) y no existe ningún tipo de recaudación fiscal, ni IVA, ni IRPF, a través del cual el Estado obtenga algún ingreso y queden compensadas las partidas que se invierten en la inmigración, sino que, de otro lado, esos inmigrantes que están fuera del marco de la Hacienda Pública reciben prestaciones como si estuvieran al corriente de sus tributaciones.
El gran año de la inmigración fue 2006. Se había producido la regularización masiva de 2005 y ese año entrarían 600.000 inmigrantes más en nuestro país. El fenómeno no era alarmante para el Estado a pesar de que para mantenerse los inmigrantes que entraban ilegalmente pasaran inmediatamente a integrar los circuitos de trabajo negro. Las proclamas del ministro Caldera al cerrarse la regularización masiva indicando que a partir de ese momento cualquier empresario que contratase a ilegales sería duramente castigado y que aumentarían las inspecciones de trabajo en las empresas, habían quedado en agua de borrajas. Por otra parte, la inmigración se integraba en los circuitos de la construcción y de la hostelería y en esos momentos, se alcanzaban los picos histórico de volumen de negocio en ambos frentes. Pero luego, en 2007, antes incluso de que se produjera la crisis de las subprimes en EEUU (julio de 2007, episodio con el que se inicia la crisis económica actual), se había llegado al punto de inflexión en el desarrollo del sector de la construcción. Como a los cadáveres, todavía le crecerían las uñas y el cabello a este sector, pero prácticamente desde principios de 2007 las ventas de la vivienda se habían estancado y se estaba lejos de los aumentos espectaculares de los años anteriores. En realidad, la inflexión se preveía desde antes. Ya en 2003 empezaron a disminuir las compras de chalés y apartamentos en los lugares habituales de establecimiento de jubilados ingleses. En efecto, el aumento del valor del euro con el consiguiente encarecimiento del valor de los inmuebles comprados en libras, generó esta ralentización de la actividad constructora en las provincias del Levante. Por su parte, en Canarias y Baleares, las llegadas masivas de inmigración y el aumento de la delincuencia, empezó a disuadir a los jubilados europeo de establecerse allí, unido, por supuesto, a los precios desmesurados que se pedían por un chalet o por un apartamento, así que empezaron a orientarse hacia el Adriático y las islas croatas de ese mar.
En 2007 disminuía el número de inmigrantes en activo en el sector de la construcción y, sin embargo, el volumen de las remesas enviadas al extranjero habían aumentado en 1.390 millones de euros (7.059 en 2006 y 8.449 en 2007). Y si comparamos las cifras de ese año con las de 2010 veremos que se produjo también aumento de 140 millones de euros a pesar de la ralentización general de la economía. En cuanto a las cifras en relación solamente al primer y al segundo trimestre de 2011, se produjo un aumento de 412 millones de euros más que en 2006, el mejor año de nuestra economía y de la cifras de empleo de la inmigración.  Las cifras son del Banco de España y, por tanto, difícilmente cuestionables, y sin embargo están ahí como muestra de que desde 2007 deberían de haberse tomado medidas y aumentado las inspecciones para evitar que un sector de prácticamente 4.000.000 de inmigrantes quedaran fuera de todo control económico y de cualquier forma de recaudación de impuestos. No se hizo nada y el problema se fue enquistando: a medida que fue disminuyendo la actividad económica, aumentó el volumen de la economía sumergida, protagonizada, no lo olvidemos, por inmigrantes especialmente. Por que la pregunta esencial es: ¿cómo es posible que habiendo aumentado la población inmigrante en paro y pasado del 11,96% en el segundo trimestre de 2006 al 32,87% en el segundo trimestre del 2001, haya aumentado paralelamente en 412 millones de euros el envío de divisas a los países de origen? (las cifras del paro son del Instituto Nacional de Estadística y las de las remesas del Banco de España). La explicación a este fenómeno la da el mismo Banco de España en su informe sobre las remesas emitido en el tercer trimestre del 2011: la inmigración, nos dice, se ha adaptado muy bien a la crisis económica y supone el principal contingente de la economía “informal”. Las cifras de esta, 23% del total de movimiento económico, están por encima de las cifras totales de inmigración presente en España en 2011, el 15% de la población. Se insinuaba, por ejemplo: “Parece que los extranjeros que trabajan en esa economía informal están aumentando su masa salarial lo que les permite enviar más remesas”. Y lo que era peor: “Podría también ocurrir que inmigrantes que ya no viven en España estén cobrando ayudas públicas y reenviándolas íntegramente desde España a sus actuales domicilios”. Se trataría en este caso de inmigrantes que tienen  doble residencia una en España y otra en su país de origen, al que se han vuelto dadas las dificultades que hay en España de encontrar trabajo.
Desde que comenzó el fenómeno migratorio, siempre han existido en España “pisos patera” donde han llegado a estar empadronados más de 100 inmigrantes, la mayoría sino todos cobrando rentas mínimas de inserción o subsidios de desempleo. ¿Cómo se realiza el fraude? Basta con que un solo inmigrante provisto de varios pasaportes cruce el Estrecho, venga a España, y cobre los subsidios en España en nombre de bastantes que están en Marruecos. Después ese dinero se envía desde España en forma de remesas. Dado que siempre las cantidades que se envían, son inferiores a 3.000 euros, no están sujeto a retención fiscal y por tanto no se declaran ni pagan impuestos. Se sabía que estas operaciones se realizaban desde el inicio de la crisis y si no se hizo nada fue por las causa que apuntábamos en el inicio.
Existen países como Marruecos o Ecuador cuya primer fuente de ingresos son las remesas que envían sus inmigrantes residentes en el extranjero. En Marruecos, por ejemplo, las remesas solamente están por detrás de los ingresos generados por las exportaciones ilegales de haschisch (80.000 hectáreas en el valle del Rif) y muy por delante de los ingresos procedentes del turismo (que están estancados). En Ecuador, estos ingresos están por detrás... de los beneficios de la industria petrolera y, por supuesto, de los generados por la exportación de bananos, el artículo “estrella” ecuatoriano para la exportación. Buena parte de todo ese dinero es español. Tanto los EEUU, como Francia o Bélgica mantienen sobre los envíos de remesas un mayor control que el Estado Español que apenas se fija en la cantidad de 3.000 euros para dar notificación a Hacienda. Si ante cualquier transacción de este tipo se exigiera explicar el origen de los fondos, se hubiera evitado el descontrol total de la economía sumergida que está alcanzando una cuarta parte del total del movimiento económico en nuestro país.

El fenómeno inverso: remesas hacia España

Lo más dramático de toda la cuestión de la inmigración y de las remesas es constatar que, mientras por una parte, nos ha ido llegando una masa inerte de inmigración en absoluto cualificada y que, desde su llegada ha tenido como ocupación esencial acarrear escombros en obras y servir cañas, nuestros jóvenes, por el contrario, en la mayoría de los casos, con preparación universitaria, perfectamente preparados para el ejercicio de su profesión, han cruzado fronteras y se han instalado en el extranjero en proporción creciente desde 2010. Y esto ha generado un curioso flujo de remesas en dirección contraria: del extranjero a España. Vale la pena examinar también este fenómeno y extraer de él algunas conclusiones.
En 2011 las remesas transmitidas por residentes españoles en el extranjero alcanzaron los 5.702 millones de euros en el 2011. Hace falta decir que el número total de emigrantes españoles en todo el mundo en aquel momento era de 1.800.000 españoles, con lo que resulta posible establecer una proporción. Si en 2010, algo más de 7.000.000 de inmigrantes enviaban al extranjero 7.199 millones de euros y 1.800.000 españoles (cuatro veces menos) remitían a su país 5,702 millones (solamente un tercio menos que el total de las cifras remitidas por la inmigración extranjera en España), esto quería decir ni más ni menos que los trabajadores españoles que cruzaban fronteras y se iban eran extraordinariamente más productivos que los que venían de fuera y residían entre nosotros hasta el punto de que cuando aludimos a ellos como “masa inerte” o “losa”, estamos utilizando el término más preciso y más inevitable.
España se ha convertido, según lo que puede deducirse de las cifras oficiales publicadas por el INE y el Banco de España: en un país emisor de emigración productiva y regularizada en sus países de origen y, en cambio, en un país receptor de masa inerte improductiva, subvencionada y de escasa o nula cualificación profesional que gasta mucho más de lo que genera.
Por otra parte, la realidad es que del total de 1.800.000 emigrantes españoles en el extranjero solamente 654.000 han nacido en España y los que se han ido en los últimos años desde que empezó la crisis, tratándose de jóvenes con alta cualificación técnica. El resto se trata de inmigrantes de segundo y tercera generación o bien de nacionalizados por la Ley de Memoria Histórica, uno de los intentos dramáticos del zapaterismo
Y si de lo que se trataba era precisamente de defender que las remesas enviadas por los inmigrantes tenían un efecto benéfico sobre el control de la inflación... las llegadas de remesas procedentes de emigrantes españoles, hacen que incluso ese fenómeno quede completamente compensado y anulado.
Así pues, el estudio sobre las remesas nos confirma nuevamente en que la aportación de la inmigración a la economía nacional es, globalmente considerada, un verdadero lastre y que solamente, durante unos años, entre 1998 y 2006 contribuyó a aumentar la riqueza, no del conjunto de la nación, sino de las patronales de la construcción y de hostelería. Luego, la factura nos ha quedado para pagarla toda la nación.  
 © Vicente Torrico – Ernesto Milá – prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen