martes, 29 de enero de 2013

Fundaciones: la base el problema



Info-krisis.- Aunque parezca un chiste, el PSOE reunió a sus cuatro fundaciones en una nueva; esté no es el chiste, sino que la nueva fundación se llamara “Ideas”; este tampoco era el chiste; la gracia está en que a su frente colocaron al único socialista que no solamente tenía poca ideas, sino que aquellas que tenía eran malas-malísimas. Nos referimos a Jesús Caldera, aquel eximio ministro de Trabajo que debió su cargo a ser amigo de José Luis Rodríguez Zapatero y que perpetró la “regularización masiva” entre febrero-mayo de 2005. Aquella regularización puso en marcha un “efecto llamada” que todavía tiene ecos si tenemos en cuenta que todavía sigue llegando inmigración desde África.

Era previsible que con Caldera al frente, las ideas que se les podían ocurrir a los de la Fundación Ideas sólo podían ser malas-malísimas. La última conocida fue contratar como factótum a un “golfo” (calificado así por el propio PSOE, un tal Mulas) casado a su vez con una “golfa” (aunque el PSOE, por aquello del machismo se haya cuidado de no aplicar a la mujer un insulto del mismo jaez que al hombre), Amy Martín contratada para escribir artículos a 16 céntimos la pulsación, una valoración que ninguno de los grandes columnistas –Paco Umbral  o Vázquez Montalbán incluidos– soñaron jamás en cobrar. Así son las “ideas”, de la Fundación Ideas.


Se supone que las “fundaciones” son entidades que reciben subvenciones y subsidios públicos y privados para realizar actividades sin ánimo de lucro que benefician al conjunto de la sociedad y que demuestran un alto grado de altruismo. Fiscalmente, aportar dinero a las fundaciones supone obtener reducciones impositivas, así que tienen su atractivo para las empresas y en cuanto a la tarea de las mismas lo único que se exige es que su actividad sea “de interés general. En la ambigüedad de estos conceptos está implícita la explicación de por qué se han convertido –especialmente las vinculadas a los partidos políticos o que reciban solamente subvenciones públicas– en focos de corrupción, nidos de víboras y cuevas de ladrones.

Al PSOE, el problema le viene de viejo. En 1975, cuando murió Franco, era tan difícil encontrar en España a un socialista como setas en febrero. Debió ser la Fundación Ebert dependiente de la socialdemocracia alemana la que entre 1975 y 1980 prestó ingentes cantidades de dinero para construir de la nada a un PSOE a partir de un grupo de chicos sevillanos cubiertos de pana. Claro está que cuando el PSOE llegó al poder y tuvo que firmar el acuerdo de adhesión con las Comunidades Europeas (hoy UE), firmase cualquier cosa que los alemanes le pusieron sobre la mesa. Era la contrapartida a los millones invertidos. El resultado fue el desmantelamiento de nuestra industria pesada (en España, hubo un tiempo en el que teníamos altos hornos, astilleros, minería ¿se acuerdan?). La “reconversión industrial” fue el pago que realizó el PSOE a su benefactor alemán hasta el punto de que Margaret Tatcher en sus memorias se pregunta: “No sé cómo los españoles pudieron firmar tales condiciones”.

En la derecha las cosas no han ido mucho mejor. También los democristianos alemanes y los socialcristianos bávaros participaron en la construcción de un partido de derechas allí en donde solamente había franquistas. En efecto, la Fundación Adenauer prestó más y más dinero a las varias fundaciones de la derecha española, especialmente a la Cánovas del Castillo. No solamente se trataba de facilitar la creación de partidos democráticos en España, sino de que estos siguieran las líneas que se les imponía. Y esas líneas implicaban convertir a España en un “país periférico” de Europa, dedicado al turismo, al ladrillo, a los “servicios”; no se trataba, por supuesto, de que pudiera competir con el “centro” en industria pesada, investigación, y todo aquello que hace que un “pequeño país” pueda convertirse en un “gran país”.

Con el paso del tiempo, las fundaciones dependientes de los partidos políticos han ido limitándose a ser fuentes de financiación ilegal de los mismos. Unos dan “sobres” (inefable Bárcenas) y otros pagan 16 céntimos por letra (rubicunda Amy). No nos hemos dado cuenta de que el rasgo más habitual del régimen fundado en 1978 es la corrupción. A veces uno tiene la sospecha de que este país todavía funciona porque los corruptos necesitan que haya un mínimo de actividad económica para poder “untarse”. La corrupción está anidada en los ayuntamientos, en el senado, en cualquier nivel institucional, corona incluida, y, por supuesto, en las fundaciones por donde pasta acaso uno de los niveles más pedestres de “golfos” y “golfas”.
Hay dos siglas que lo han hecho todo para permitir la corrupción en España: PP y PSOE. Sin olvidar, claro está, que Cataluña es pacto privilegiado de CiU. Resulta difícil saber cuál de los dos partidos es más corrupto y solamente a sus afiliados les interesa perder tiempo en demostrar que el otro es, ira por dónde, el más corrupto.

Desde hace años, no hay cargo público que no esté sometido a sospechas, ni partido político mayoritario que no protagonice, un día sí y otro también, corruptelas de todo tipo. Hay regiones enteras –Cataluña y Andalucía, hermanadas por este tema, por el paro y por la inmigración masiva– que están, literalmente, en manos de bandas de salteadores de caminos. Desde hace décadas sabemos que todo aquel cargo que firma la entrega de una subvención, de concesión de un curso para formación de parados, de ayuda para una ONG, etc, etc, cobra luego una comisión del receptor, a modo de agradecimiento. Y de hecho, ese porcentaje es lo más importante de negociar y de cumplir mucho más que lo que se hace en realidad con el dinero recibido para tal o cual actividad. Lo sabemos todos, pero no hay medios que tengan el valor de decirlo alto y claro, negro sobre blanco.

Así que lo mejor que podemos hacer es tomarnos un tranquilizante y recapitular. Los que estamos en la calle, los españolitos de a pie, tenemos desde hace mucho tiempo conciencia exacta:

1) que los dos grandes partidos (PP y PSOE) están sostenidos y alimentados por la corrupción,
2) que los dos grandes partidos son los grandes focos de corrupción que existen en España,
3) que la corrupción es la característica central del régimen político nacido en 1978,
4) que ninguno de los dos grandes partidos está dispuesto a hacer nada contra la corrupción (si lo quisieran hacer ya lo habrían hecho) y
5) que todas las instancias del Estado y de la sociedad, desde la Corona hasta las asociaciones (fundaciones, ONGs y cualquier otra entidad subsidiada) están corruptas.

Así están las cosas y así seguirán durante mucho tiempo: en plena crisis, la mayoría pasándolo mal, y los partidos políticos repartiéndose miles de millones, directamente o por los canales habituales. ¿Y el elector? Por que, al final, la culpa de esta tomadura de pelo es solo del elector que elije lo que elije y recibe lo que recibe: corrupción sobre corrupción, paro sobre paro, miseria sobre miseria… El elector, mal, gracias.