viernes, 31 de enero de 2014

Hacia un modelo de interpretación de la modernidad (III de IV). Las doce aristas del mundo cúbico.


A la hora de completar este “modelo cúbico” es preciso tener en cuenta las aristas que unen caras contiguas. Marcan separaciones y puntos de encuentro, pero también y sobre todo líneas de evolución y tendencias, líneas de tendencia de la modernidad: de hecho, esas aristas marcan las proyecciones de las caras del cubo por las distintas direcciones del espacio.

Son doce aristas que nos servirán también para entender que cada una de las caras del cubo no son completamente homogéneas, sino que tienen cada una de ellas distintos matices en su interior. Sabemos que una pompa de jabón, trasparente, mirado a través de la luz, muestra franjas de distintos colores. Imaginemos ahora cómo se transforma una esfera con un cubo: simplemente generando aristas. En el caso de que se pudiera realizar algo así, las irisaciones de colores de la primera figura, pasarían a las caras de la segunda y estás, siendo planas, no serían completamente homogéneas. Aparecerían los matices. Así mismo, si en un futuro hipotético pudiera recuperarse la normalidad del mundo, el proceso consistiría en hacer progresivamente romas esas seis aristas hasta que finalmente el conjunto recuperara su forma esférica, la única figura de la geometría espacial que carece de aristas y vértices. De ahí la importancia estas líneas en nuestro modelo cúbico.

viernes, 10 de enero de 2014

Hacia un modelo de interpretación de la modernidad (II de IV). Las seis caras del mundo cúbico


   

Tal como hemos visto en la introducción, la aceleración de la historia tiene como efecto la contracción del espacio. Así mismo, en la modernidad, la irrupción de nuevos fenómenos tecnológicos y económicos ha producido el fenómeno del “aplanamiento” del mundo. Y todo eso, operado en apenas doce años, ente 1989 y 2001, es considerado por algunos como extraordinariamente “positivo”. Es el tiempo en el que las nuevas tecnologías han pasado de su utilización incipiente a convertirse en completamente imprescindibles; el tiempo en el que muy pocos valores de los que subsistían procedentes de otro tiempo, ha podido sobrevivir a duras penas, algunos tan importantes como la “nación”, la pérdida de influencia de la Iglesia Católica o de la familia, la aceleración en la concentración de capital y de corporaciones, el inicio de las migraciones masivas, el tránsito del bilateralismo propio de la Guerra Fría al unilateralismo indiscutible (el Nuevo Orden Mundial para George Bush era, fundamentalmente, un “orden americano”), se impuso la teoría del “fin de la historia”, etc, etc.

Hacia un modelo de interpretación de la modernidad (I de IV)


La ambición de todo pensamiento crítico es construir modelos capaces de interpretar los aspectos sometidos a análisis. Un modelo de interpretación es un esquema dentro del cual se pueda situar e integrar los fenómenos más representativos de la época, de la persona o del fenómeno que se analiza. El resultado debe ser un esquema simple en función del cual pueden entenderse aspectos muy diferentes del mismo fenómeno, en el caso que nos ocupa, el devenir de la modernidad y el advenimiento del futuro inmediato.

Antes hemos aludido al “proceso de solidificación” del mundo, tal como lo interpretaba René Guénon, el maestro del tradicionalismo integral. En menos de cien años el mundo ha evolucionado de una forma sorprendente: de considerar que un pequeño movimiento artístico o un grupo de activistas resueltos, o simplemente, eso que se ha dado en llamar “voluntad popular”, podían cambiar la faz de la tierra, se ha pasado a la sensación de que ningún esfuerzo, por titánico y amplio que sea, sirve absolutamente para nada, todo está ya “decidido” y enfocado y nada de lo que un individuo, un conjunto social o ni siquiera una élite puedan hacer, va a servir para evitar que se altere el camino emprendido por la humanidad: la marcha hacia un mundo globalizado parece hoy ineluctable, o al menos se tiene la sensación de que así será por mucho que este destino pueda ser rechazable para la mayoría.

lunes, 6 de enero de 2014

¿Por qué esta Colección de Libros Políticos?. Entrevista a Ernesto Milà


¿Por qué esta colección de libros sobre temática política que publica EMInves?

- A la vista del desprecio y el alejamiento de la política que alberga la mayor parte de la ciudadanía ¿es prudente abrir una línea de “libros políticos”?

No voy a discutir que en la sociedad existe un hartazgo elevado a la enésima potencia sobre una clase política que tiene las llaves de la caja pero no demuestra el más mínimo interés en resolver ningún tipo de problema. De hecho, en lugar de resolver problemas, tiende a crear otros nuevos. Tengo que reconocer que, de todas las clases políticas, la española es particularmente desagradable y obscena: desagradable por el aire de suficiencia con el que se escuda tras un texto constitucional que la legitima, pero que no es más que el sudario de una España muerta; y obscena porque no existe gesto de la clase política, toma de posición o resolución que no responda a un interés corrupto. Así pues, esa parte no la vamos a discutir. Pero todo esto es la “pequeña política”, la política despreciable realizada por ambiciosos sin escrúpulos, mediocridades silenciosas alineadas en las poltronas parlamentarias, ministros colocados en un cargo para el que no tienen ni la más remota idea del área de gobierno que deben dirigir, comunidades autónomas convertidas en cuevas de Alí Babá, ayuntamientos que solamente funcionan para aumentar su deuda, mediocridad sobre mediocridad, pirámide de pequeñas ambiciones, psicópatas transformados en “estadistas” por medios de prensa que comen de la mano del poder económico y, finalmente, escalas de valores desfasadas que no pasan de ser excusas en las que justificar la “legalidad” de todo ello. Desde la corona hasta el último concejalillo de pueblo.