lunes, 10 de noviembre de 2014

9–N: fin de la farsa, ahora toca el segundo acto


Info|krisis.- Benavente en Los intereses creados comenzada así: He aquí el tinglado de la antigua farsa, la que alivió en posadas aldeanas el cansancio de los trajinantes, la que embobó en las plazas de humildes lugares a los simples villanos…”. La “antigua farsa” es la política. En la farsa representada por Artur Mas y Mariano Rajoy, en el primer acto se ha escenificado una disputa, procurando que ninguno de los dos protagonistas saliera malherido. Ahora toca escenificar la negociación sin que haya vencedores ni vencidos… es decir, sin que ni PP ni CiU pierdan cuota electoral. Difícil, sino imposible. Indeseable, en cualquier caso.

Hoy 10–N toca sonreír. Han votado 2,5 millones a la búlgara, sobre 7,5 millones. Han votado, todos los soberanistas. Así que ese es el techo del soberanismo. A la vista de que no ha habido propaganda en contra (pero si, todos los medios de comunicación subvencionados por la Generalitat, han hecho propaganda masiva a favor del SioSí), es incluso probable que esa cifra sea, incluso, menor. De hecho es menor, si tenemos en cuenta que han votado menores, inmigrantes recién llegados y que, conociendo el percal, seguro que algunos listos habrán votado varias veces. Queda poco “seny” y mucha “rauxa” en esta Cataluña construida a golpes de 3–5% de comisión. Poco importa, realmente: 2,5 sobre 7,5 supone exactamente el 33%. Era lo que algunos esperábamos. En realidad, hace cuatro años votó el 19%. Ese 11% es lo que ha ganado el soberanismo. Le queda mucho para llegar al 51%.

¿Rajoy ha hecho todo lo que podía y debía hacer?

Y ahora es posible plantear algunas cuestiones que hasta ahora han sido eludidas por distintos motivos y para no hacer el juego a los organizadores del referéndum:

La actitud de Rajoy de atrincherarse detrás de la legalidad vigente ha sido seguramente el mayor error de su mandato. Especialmente porque la legalidad vigente representada por la constitución empieza a oler a muerto. Y la prueba es que los partidos y fuerzas sociales que la crearon están en crisis y los que proponen una profunda reforma suben como la espuma. Rajoy ha demostrado que lo único que el “patriotismo constitucional” puede aportar son recursos ante el Tribunal Constitucional. Poco para lo que está en juego. Nada en realidad.

– De hecho, toda la actividad “unitarista” ha consistido desde hace seis meses, en anunciar que la Generalitat legal había realizado una convocatoria ilegal, demostrando que la ilegalidad sale gratis en España sólo si la realiza un político. Esto y recordar que Pujol y su familia actuaban como gang mafioso junto a su partido utilizando la estructura de la Generalitat como medio para realizar sus exacciones. Y esto último sin llegar al fondo de la cuestión y con la familia Pujol pensando libremente cómo mover sus dineros a los paraísos fiscales más opacos. Poco, realmente poco. Nada para los recursos que todavía tiene el Estado Español.

Sabemos desde Lao–Tsé que “la justicia es como el timón, que hacia donde se le da, gira”. Sabemos que en España, la independencia del poder judicial es una mera entelequia formal, sin realidad operativa alguna. Sabemos, finalmente, desde Roma que lo peor que puede ocurrirle a un país es la judicialización de la vida pública y el que sus ciudadanos pasen más tiempo visitando juzgados y poniendo denuncias que respetando las leyes justas. Leyes justas que difícilmente puede ser elaboradas por parlamentarios que se pagan con cargo al erario público visitas a sus queridas en Canarias. Sabemos que en Cataluña el declarar ilegal el referéndum del 9–N pero dejar que se convocase una consulta ha sido el ardid mediante el cual Rajoy y Mas han contentado a sus respectivas parroquias electorales.

El grado de pudrimiento del sistema político español es tal que poco un aval jurídico para impedir una consulta representa lo mismo que mirar a otra parte mientras se convoca otra. Rajoy y todos sabíamos perfectamente que una Generalitat que no ha respetado ni una sentencia sobre bilingüismo no iba a inclinarse ante una nueva sentencia expedida por la churrera del Constitucional. Tiene gracia que la imagen que han querido proyectar Rajoy y Mas, en ambos casos, haya sido la de “firmeza” y compromiso con sus electores y con su “patria”… Los combates de boxeo con tongo suelen plantearse así y este del 9–N no ha sido una excepción.

¿No hubiera sido mejor autorizar el referéndum?

Después del resultado del referéndum escocés, puede pensarse que sí y que, incluso en Cataluña, como ya dijimos, el resultado en contra de la secesión hubiera sido mucho más amplio que en Escocia. Ahora es lícito preguntarse si Rajoy, en realidad, ha hecho un favor de Artur Mas. De haberse aceptado la legalidad del referéndum, hoy Mas parecería como un derrotado amenazado por múltiples procesos por corrupción. Hoy se presenta como el hombre “que ha llegado hasta el final”, aquel que “ha cumplido su palabra”. Da la sensación, incluso, de que Rajoy le ha ahorrado a Artur Mas y a CiU el demostrar que una cosa es mover masas con lemas emotivos y sentimentales propios del nacionalismo y otra muy diferente que esas masas tengan más peso que la mayoría silencios que en Cataluña ha demostrado no apoyar masivamente al soberanismo.

El favor que Rajoy ha hecho a Artur Mas es no disputarle Cataluña. Rajoy y Mas han tendido por la vía de representar un papel que satisficiera a sus respectivas parroquias, para luego –esto es, a partir de ahora– intentar un acuerdo Cataluña–España que en realidad es un acuerdo PP–CiU…

Si hubiera querido disputar Cataluña a CiU, el Estado hubiera realizado una propaganda masiva sobre lo que suponía el soberanismo y no solamente en canales estatales, sino en medios de comunicación catalanes. Ha votado un 33% del censo a favor de la independencia porque no ha habido propaganda en contra de la independencia y los únicos argumentos que se han oído en los medios de comunicación convencionales en Cataluña, han sido argumentos soberanistas. Nadie ha explicado en Cataluña que la gestión económica de la Generalitat ha sido nefasta, o que la gestión de la sanidad o de la educación figura entre las peores del Estado. Nadie ha explicado que la deuda  de la Generalitat actualmente es de 60 mil millones de euros. O que el superávit del comercio catalán con el resto de España es de 24 mil millones de euros. Nadie ha explicado en Cataluña –salvo fundaciones y asociaciones privadas que ni siquiera han contado con apoyos del Estado, ni han recibido subsidios y subvenciones– las falsificaciones groseras, en ocasiones incluso infantiles, realizadas por la Generalitat.

El Estado no ha hecho todo lo posible, no solo para que el referéndum no se celebrara, sino para defender la permanencia de Cataluña en el Estado. Ese es el “patriotismo constitucional”: limitarse a presentar una denuncia ante el tribunal constitucional… y esperar que pasara la fecha tótem del 9–N para negociar con Artur Mas y salvarle la papeleta.

Ahora podemos intuir que ha habido negociación en la sombra. Traición, en definitiva, porque hay que llamar a las cosas por su nombre. Traición de dos políticos (Mas y Rajoy) a sus electores. Traición a todos los ciudadanos al margen de cuál sea su creencia política. A partir de ahora se comprobarán las dimensiones de esta traición y su realidad.

Rajoy negociará con Artur Mas, como ha estado negociando durante estos últimos meses. No olvidemos que la ruina económica de Cataluña la está pagando en estos momentos el Estado a la vista de que la Generalitat ya no puede emitir más deuda, rebajada por los analistas al nivel de “bono–basura”. La estrategia de Rajoy ha consistido en no hundir suficientemente a Artur Mas, para evitar que Oriol Junqueras tomara el relevo… De ahí el énfasis puesto en que lo que hubo el 9–N en Cataluña no haya sido un “referéndum ilegal” (que hubiera terminado con Mas en la cárcel), sino “otra cosa”. Eso evitaba que las medidas judiciales llegaran más allá de la sentencia del Constitucional. Ya se sabe: “a enemigo que huye, puente de plata…”, sólo que en este caso ninguna de las dos partes ha querido cruzar el Rubicón a una orilla del cual estaba el soberanismo y al otro la unidad del Estado. Todo ha sido una mera escenificación pactada de antemano para evitar que cayera el gobierno de Artur Mas, el único que a la vista de los precedentes históricos puede negociar con Rajoy.

Los olvidos y las constataciones

Ni Rajoy ni el PP parecen entender lo que está ocurriendo: el problema no es que Junqueras sustituya a Mas, sino que PP y PSOE van para abajo mientras Podemos sube, que el PNV baja mientras Amaiur sube. El problema es que un régimen está muriendo y todo lo que viajaba con él, se hunde. Es lógico que Rajoy haya intentado evitar el “choque de trenes” para salvar a Artur Mas, porque, de lo contrario, se las tendría que ver con Junqueras. Tiempo perdido porque parece difícil que CiU remonte electoralmente.

En efecto, visto desde Cataluña, superado el primer gesto triunfal de Artur Mas como “hombre que cumple”, la erosión de CiU es inevitable y muchas van a tener que ser las concesiones económicas y políticas que arranque Mas en la negociación que se avecina, para que pueda presentarla como logros ante su electorado. Esos logros deberían, además, tener la suficiente entidad como para olvidar los próximos procesos judiciales que se ciernes sobre la familia Pujol y que afectarán, inevitablemente, a varias decenas de cuadros políticos de CiU y de funcionarios de la Generalitat. Es posible, incluso, que buena parte de la negociación Rajoy–Mas se centre en el futuro de estos procesos.

Los resultados del referéndum catalán demuestran, finalmente, otra cosa: el soberanismo carece de fuerza social suficiente como para asumir el desenganche de Cataluña del resto del Estado. Si ayer hubiera participado un 66% del electorado, estaríamos hablando de otros términos y si se hubiera alcanzado esa cifra con propaganda y argumentos a favor de la unidad del Estado, podríamos decir que la secesión catalana era inevitable. Hoy, en cambio, lo único que puede hacerse en constatar que, lo inevitable es que Cataluña siga dentro del Estado Español, durante muchos años.

Pero quizás el problema sea que los que nos sentimos todavía patriotas y creemos, al mismo tiempo que la organización foralista del Estado es la más adecuada a un país y a una historia como la nuestra (máxima autonomía a cambio de máxima lealtad), no nos sirva todo lo anterior. El patriotismo, la unidad de una nación, la integridad de un Estado, no pueden basarse en algo tan frágil y temporal como una constitución que, para colmo, huele a muerto.

Era evidente que el techo del soberanismo es mucho más bajo de lo que ellos mismos han creído siempre. A fuerza de hablar “en nom del poble català” han olvidado que solamente un 35% de población residente en Cataluña habla normalmente en catalán y lo utiliza como lengua vehicular… lo que corresponde exactamente con el número de votantes del 9–N. Los que utilizan ambas lenguas, catalán y castellano y los que utilizan solamente castellano, no entraban en los cálculos de un soberanismo que desde su fundación no ha dejado de mirarse el ombligo. Y, mira por donde, resulta que son mayoría si las matemáticas no engañas y 35 es menos que 65…

De la “excepcionalidad catalana” al “todas las charangas desafinan por igual”

Les contaré una anécdota personal que me ha recordado la foto de Artur Mas acudiendo  votar en el Colegio de los Escolapios de la calle Balmes. Yo estudié de los 5 a los 17 años en ese colegio. Cuando tenía 6 años, un escolapio, aquejado del prurito nacionalista catalán, nos contó una historia mientras nos enseñaba el “Virolai”, la canción compuesta en 1880 para el milenario de Montserrat con partitura de Verdaguer, el entrañable “mossén Cinto”. El escolapio nos explicaba en 1958 que la Virgen de Monserrat era la “única virgen negra que había en el mundo”. Eso nos daba la sensación, a nosotros párvulos, que Montserrat y por extensión Cataluña, eran algo especial, inusual, único. Luego resultó que hay como 400 vírgenes negras, distribuidas por toda Europa… y algunos nos sentimos estafados.

Hay más vírgenes negras que turbantes en Arabia. La catalana es una más entre cientos. No hay “hecho diferencial” en esto de las vírgenes negras. A veces, los sueños sobre la excepcionalidad de lo propio se hunden cuando uno advierte que la charanga que toca en el pueblo no es la mejor del mundo, ni la única que sabe interpretar Paquito Chocolatero con ese brío, sino que desafina como cualquier otra.

Diez años después de que me contaran aquella historieta sobre la Virgen de Monserrat, la decena de curas que había en aquel colegio, militaba en el PSUC (la rama catalana del PCE) o simpatizaba con él. Quince años después, la mayoría habían abandonado la sotana. Treinta años después, uno de ellos, el “pare Botey”, se había convertido en mandamás de Ezquerra Unida de Cataluña, construida a partir del PSUC–Viu, los estalinistas. Creo que hoy solamente queda un escolapio en aquel colegio; el director, obviamente. Fue allí donde Artur Mas votó ayer. En el mismo sitio en donde un escolapio me intentó estafar sobre la excepcionalidad catalana en materia de vírgenes…

Y es que detrás de todo nacionalismo hay una estafa. Estafa, paralela en todo a la del “patriotismo constitucional” (ese del que hace gala el PP, pero que también comparte UPyD y Ciutadans, no lo olvidemos) que presenta a algo que es temporal y circunstancial como si fuera permanente, eterno a intangible. Como si la unidad del Estado y de la Nación pudieran justificarse con el rigor mortis de la Constitución de 1978.


© Ernesto Milá – info|krisis – infokrisis@yahoo.es – Prohibida la reproducción de este artículo sin indicar origen.