miércoles, 22 de abril de 2015

Ciudadanos o el retorno a la ambigüedad


Info|krisis.Ciudadanos, “partido de la ciudadanía”, es la muestra de cómo una única idea –el antiindependentismo catalán- puede “cuajar” y convertirse en un movimiento político de alcance nacional por una serie de casualidades inesperadas. En el momento de escribir estas líneas, según algunas encuestas (poco creíbles por lo demás), PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos están “igualados” en intención de voto… En realidad, técnicamente, la Ley d’Hondt está ahí para hacer imposible un resultado de este tipo. Pero es, en cualquier caso, significativo que un partido con un perfil “débil” (soft) como Ciudadanos sea una de las formaciones llamadas a sustituir a la “vieja banda de los cuatro” (PP, PSOE, PNV, CiU). No está, pues, de más componer unas notas sobre esta formación, a modo de “aviso a los navegantes”.

Los errores de otros, aciertos de Ciudadanos

Hasta hace unas semanas, Ciudadanos no era más que un partido implantado relativamente en Cataluña y que no suscitaba excesivos entusiasmos en el resto de España salvo por el hecho de que en aquella comunidad autónoma era el que se había enfrentado más decididamente contra el soberanismo, en un momento en el que el PP chaqueteaba, según su tradición, con CiU.

Hay que recordar que en las elecciones autonómicas catalanas del 2010, Ciudadanos obtuvo tres diputados gracias a esa actitud antiseparatista. Vale la pena recordar que, en aquella ocasión, la ambigüedad de la que hizo gala Plataforma x Cataluña, partido que en aquel momento, estaba en pleno auge, hubiera podido liquidar para siempre a Ciudadanos si, además del anti-inmigracionismo hubiera añadido también a su programa, un decidido antisoberanismo. Pero, en aquella ocasión, PxC, mal dirigida y peor orientada políticamente, cometió el error de dejar el espacio libre para que Ciudadanos pudiera crecer en esa dirección. Hoy, podemos decir con seguridad que si Ciudadanos ha llegado a donde está es porque los errores de PxC en 2010 le dejaron un hueco que aprovechó. El dogmatismo que en aquella ocasión se impuso a PxC en imitación del modelo flamenco del Vlaams Belang costó caro a esta formación.


Sin embargo, en el interior de Ciudadanos aparecieron distintas tensiones que contribuyeron a que, cuando se convocaron las siguientes elecciones autonómicas, el partido distara mucho de estar consolidado en aquella región. Solamente la intensificación del soberanismo hizo que en 2012, Ciudadanos triplicara sus escaños y se convirtiera en el sexto partido en Cataluña. PxC en esa ocasión volvió a equivocarse y siguió cediendo terreno a Ciudadanos: cuando ya distintos sectores dentro de PxC alertaban sobre lo peligroso de no tomar partido ante el soberanismo, justo cuando toda la política catalana basculaba en torno a este tema, los promotores del error de 2010 seguían anclados en las mismas posiciones, cerrándose a una posición favorable a la unidad del Estado. Ciudadanos, ya en ese momento, se estaba nutriendo de sectores decepcionados del PP y del PSC que, sin estar incorporados al partido y, por tanto, ignorar sus problemas internos, estaban concienciados de que enfrentarse al soberanismo era la tarea más urgente del momento. El hecho de que el partido de Rosa Díez no tuviera nunca una presencia excesiva en Cataluña contribuyó a que el voto antisoberanista, mayoritariamente, se decantara hacia Ciudadanos.

Fue después de las autonómicas de 2012 cuando Albert Rivera inició su expansión más allá del Ebro. El éxito le acompañaría en las elecciones europeas cuando obtuvo 500.000 votos y dos escaños. A partir de ahí, y como había ocurrido en Cataluña, no fueron los aciertos de Ciudadanos los que propiciaron su éxito sino los errores de sus competidores más directos.

En efecto, aquellas elecciones UPD había obtenido unos resultados justo el doble que Ciudadanos. Era evidente que ambos partidos se disputaban un mismo espacio político. Era también evidente que daban de sí mismos una definición similar (“de centro-izquierda”). Y era evidente, por fin, que estaban condenados a entenderse. Ciudadanos dio el primer paso, pero se encontró con una Rosa Díaz dotada de una concepción “patrimonialista” de su partido (el partido era ella y ella era el partido) a la que no quería renunciar. La falta de talla política de Rosa Díez –presentida tanto en el momento en el que fue consejera del gobierno vasco con la coalición PSOE-PNV como cuando optó a la secretaría general del PSOE siendo derrotada por un líder de perfil bajo-bajísimo, Rodríguez Zapatero- se evidenció entonces: cortedad de miras, incapacidad para ver más allá de un pequeño partido que acaparara un número suficiente de votos como hacerle jugar un papel como bisagra y, sobre todo, terror ante la posibilidad de que alguien lograra descabalgarla de su creación personal, fueron los elementos que jugaron en contra de Rosa Díaz y de su apuesta por no aproximarse a Ciudadanos. Era evidente que aquel que primero evidenciara debilidad desaparecería tragado por el otro.

Así pues, cuando Sosa Wagner, un profesor universitario y en absoluto un hombre de partido, criticó la actitud de Rosa Díez en relación a Ciudadanos, la suerte de UPyD quedó sellada para siempre. El “partido magenta” era el cántaro de barro que se rompería por la mera proximidad ante el cántaro de bronce que era Ciudadanos. No hubo nada más que esperar a las elecciones autonómicas andaluzas para que Ciudadanos, con una candidatura mediocre, hecha a partes iguales por oportunistas y desconocidos, sin programa, sin propuestas que fueran más allá de los tópicos, obtuvo 370.000 votos y 9 diputados, mientras UPyD se quedaba con 75.000 votos y muy lejos de obtener escaños. A partir de ese momento, Rivera sustituyó a Pablo Iglesias como “estrella ascendente” de la política española.
Tal es la historia de Ciudadanos: corta, irrelevante salvo en Cataluña y que ha podido crecer, no tanto por méritos propios, como por los garrafales errores de terceros.

¿Cuál es el papel de Ciudadanos en los tiempos que se aproximan?

Los éxitos de Ciudadanos contrastan con la pobreza de sus propuestas. A poco que nos fijemos, veremos que no hay nada en este partido que sea verdaderamente ilusionante. Sus propuestas de luchar contra la corrupción se podrán mantener mientras el partido siga “virgen”, pero dentro de poco, cuando sus diputados andaluces se hayan “mojado” o cuando las decenas de concejales que obtendrán participen en gobiernos municipales o, simplemente, se vean obligados a realizar propuestas, comprobarán lo poco que les une y lo vago de los principios que inspiran al partido e incluso es posible que comprueben la facilidad para realizar las mismas prácticas de las que hoy acusan a la “vieja banda de los cuatro”.

Incluso en materia autonómica existen distintas posiciones y, así como en Cataluña, lo fácil y lo lógico es oponerse al soberanismo cleptomaníaco de CiU, en Andalucía la propuesta de que solamente la presencia de Griñán y Chaves en el parlamento les impide pactar con el PSOE, es extremadamente arriesgada: ¿es que la corrupción en Andalucía está solamente representada por estos dos expresidentes atrincherados en su inmunidad parlamentaria? ¿Es que no es todo el PSOE andaluz y la UGT –a la que el propio Rivera está afiliado- un gigantesco sumidero de corruptelas y de nepotismo?

En cuanto al “constitucionalismo” del que hacen gala no es menos contradictorio. ¿Para qué hacerse ilusiones con una constitución que es, por sí misma, la que ha generado los increíbles niveles de corrupción que existen hoy? ¿Se puede defender una constitución en la que está implícito desde el sistema autonómico en el que han colocado sus cuñas los soberanismos catalán y vasco o en donde todavía se encuentran estupideces y arcaísmos progres como la negativa a reconocer la cadena perpetua y se antepone la reinserción del delincuente al resarcimiento de la víctima? ¿Dice algo Ciudadanos sobre la globalización? ¿Algo sobre la inmigración, aparte de aspirar a captar –criaturas- el voto inmigrante? En definitiva: ¿qué propone Ciudadanos? Poco, nada en realidad, solamente una fe ciega en la “convivencia”…

Ciudadanos –y no la constitución o la “banda de los cuatro”- han conseguido detener el ascenso de Podemos, al menos momentáneamente. A fin de cuentas, Ciudadanos es Podemos sin coletas, con camisa y corbata y con un líder de peluquería y manicura, con más “prestancia” que Pablo Iglesias. Hay que reconocer sus valores… El voto de protesta que hasta ahora se decantaba solamente hacia Podemos, incluso el que derivaba del PP, ahora se orienta también hacia Ciudadanos. Pero “protesta”, ¿ante qué? ¿Por qué? ¿De qué? simplemente protesta ante los efectos más visibles y deletéreos del “régimen”: corrupción, paro, crisis económica, despilfarro autonómico… nada más. Podríamos estar incluso de acuerdo en parte con la crítica, pero no con las soluciones, porque lo que propone, a fin de cuentas, Ciudadanos es… tener fe en la constitución. Poco para un problema tan grande.

Pero es que Ciudadanos no puede ir más allá de la crítica a los aspectos más problemáticos del régimen nacido en 1978. Sobre estos, existe casi unanimidad en la sociedad española. Los únicos que siguen negando la realidad son los dirigentes de la “banda de los cuatro” (de la “vieja banda de los cuatro”: PP+PSOE+CiU+PNV) para los que estamos en el mejor de los mundos y salir adelante consiste en votarles a ellos, nada más que a ellos y sólo a ellos. No es raro que todos ellos, en conjunto, vayan de capa caída y prosigan impertérritos su discurso de décadas anunciando el apocalipsis si no se les entrega el voto. Pero cuando, Ciudadanos –o incluso Podemos, y no digamos Sortu o ERC, los componentes  de la “nueva banda de los cuatro”- piensa en positivo e intenta aportar alguna solución la tierra se abre bajo sus pies: los miembros de Ciudadanos están unidos por el rechazo a los aspectos más preocupantes del sistema. Por nada más. Ninguna propuesta en positivo les une. Los problemas que han tenido a la hora de enunciar un rudimento de política fiscal, la incapacidad para decir qué harían con las autonomías o, simplemente, la ignorancia en materia internacional, de defensa o de modelo económico, son tan evidentes que hacen sonreír de conmiseración incluso a muchos periodistas que han entrevistado a Rivera y que comprueban que, más allá del discurso anti-soberanista y anti-corrupción, no da para mucho más.

Ciudadanos está llamado, pues, a agrupar el voto de los decepcionados por las políticas del PP. Nada más. Lo más probable es que tenga un ascenso brusco en las próximas elecciones municipales y autonómicas y que se traduzca en un avance en su presencia parlamentaria en las elecciones generales. Pero, en el momento en el que sus diputados y cargos electos se vean obligados a tomar partido, empezarán los problemas interiores y el partido, cogido con alfileres como la formación de Rosa Díez, no tendrá otro destino más que vivir etapas de conflictualidad interna sin fin.

Hay otro elemento a tener en cuenta. En algunos municipios, los que han acudido a Ciudadanos son, literalmente, gentes que no han sabido o podido acomodarse en las candidaturas de la derecha, habitualmente “independientes” en busca de un escaño municipal o segundas filas del PP o del PSOE, muchos de ellos verdaderos aventureros políticos. Cuando no existe ni un programa claro, ni propuestas en positivo, el vínculo de unión no puede ser otro más que el oportunismo: ese mismo oportunismo que está presente desde hace décadas en los partidos mayoritarios y que reaparece en cualquier nueva formación. Ciudadanos, no solamente no es una excepción, sino como demuestra el caso andaluz, es esa constante quintaesenciada. Juan Marín Lozano, su hombre fuerte allí, es un antiguo del Partido Andalucista, pasado a los Independientes por Sanlúcar, para apoyar al PSOE en esta ciudad… Se ignora completamente lo que opina sobre política regional. Estará allí en donde alguien le permita gobernar y en cuanto huela que los vientos soplan en otra dirección, con la misma tranquilidad con la que llegó a Ciudadanos, lo abandonará para instalar sus ambiciones en cualquier otra formación o retornar a la “independencia”… Hay “líderes” que están hechos de esa pasta. La constitución de 1978, esa que con tanto ahínco defiende Rivera, no da para mucho más.

Con este “material humano” –que será mucho más evidente todavía cuando se constituyan los próximos ayuntamientos- quedará evidenciado algo que Rivera y su círculo saben perfectamente (como lo saben en el otro lado de la barrera, los dirigentes de Podemos) que su partido está formado por el mismo “material humano” que ha estado presente en la “vieja banda de los cuatro” y que el oportunismo es su ley, su única ley.

No es que la “vieja banda de los cuatro” sea mejor que la “nueva banda de los cuatro” es que, da la sensación de que desde 1978 se ha producido en la clase política española una “selección a la inversa” y que las “nuevas élites” políticas se forman a partir de residuos de las anteriores: de la misma forma que a Podemos han ido a parar los “segundas filas” de IUA a Ciudadanos ha ido a parar todo el oportunismo del PP (y también algunas escorias del PSOE) que no era suficientemente astuto para competir dentro en el interior de su partido y que han optado por crear una “alternativa” que lo es solo a sus antiguos compañeros de partido, no a la sociedad, ni al Estado tal como ha sido concebido por la constitución de 1978.

(c) Ernesto Milá - info|krisis - ernesto.mila.rodri@gmail.com - Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.