miércoles, 20 de mayo de 2015

Necesidades frente a valores


Info|krisis.- En la derecha aparecen ligeras fisuras, pero nada comparable con las grietas que emergen de la izquierda. Si la izquierda está más en crisis que la derecha ha sido porqué esta sigue teniendo presente para qué clase social trabaja (la alta burguesía y los gestores del neoliberalismo), mientras que la izquierda ha sufrido un proceso de confusión mental (creada en el XIX para satisfacer las aspiraciones políticas del proletariado, de esa intención inicial solamente queda hoy en España la “O” de “obrero” con que se adorna la sigla del partido socialista). Esto nos lleva a establecer un axioma: “para edificar una alternativa política hace falta tener claro desde el principio qué clase social apoyará el mensaje que se pretende transmitir”, axioma que puede enunciarse también de otra manera: “si se quiere progresar en política es preciso dotarse de un mensaje que encarne las necesidades y los problemas de un grupo social concreto”. Si el populismo triunfa en Europa, pero está ausente en España, es precisamente por la incapacidad que se ha demostrado en nuestro país para asumir tal axioma.

¿Populismo? ¿Es asumible la palabra populismo?

Debió ser en el junio de 2001 cuando el partido Democracia Nacional invitó a Martín Beaumont a su universidad de verano para dar una conferencia sobre “populismo”. Yo que asistí a la charlita me llevé la impresión de que eso del “populismo” era “dar la razón al pueblo” y dar por supuesto que “el pueblo” siempre tiene “sanas reacciones”. Lamentablemente las cosas son mucho más complejas en nuestra atribulada época: haría falta recurrir a Ortega y Gasset para advertir que hoy no existe “pueblo” como tal, sino una “masa invertebrada e inorgánica” que es el reflejo previo de la atomización de la sociedad, con el olvido de los aspectos comunitarios y la colocación en el primer plano del repliegue a lo individual.


No puede existir “populismo”, en rigor, porque el “pueblo”, simplemente, ha dejado de existir y en su lugar lo que hay son unos intereses difusos que ni siquiera cristalizan en una voluntad de cambio, sino que, como máximo, son algo parecido a cañas que se mueven según la dirección del viento, siendo el viendo, las modas que, de tanto en tanto, son asumidas por sectores sociales. Lo que se llama “populismo” son, en realidad, movimientos de protesta que aparecen en situaciones extremas y que se exteriorizan solamente en períodos electores, sin generar movimientos sociales de renovación capaces de alterar los fundamentos de un sistema político.

La palabra “populismo” se aplica en sentidos muy diferentes: en ella se suelen englobar tanto a los movimientos bolivarianos de Iberoamérica, como a la extrema-derecha de algunos países europeos o a la derecha alternativa de otros, o incluso al simple euroescepticismo. En España, no es que nadie sea “populista”, sino, por el contrario, que todos pretenden serlo: desde el PP hasta IU, pasando por todas las variedades de izquierda, centro y derecha, todos parecen estar de acuerdo en que… hay que dar la razón al pueblo, por lo menos en fechas pre-electorales.

En el fondo, hoy, aquí y ahora, un “populista” es alguien que quiere que “el pueblo” le instale en una poltrona. No hay, pues, populismo en España, en tanto que apenas existe debate de ideas, ni proyectos ilusionantes a la derecha, ni hacia el centro, ni hacia la izquierda. Incluso cuando Podemos, intenta llegar a las masas (ver el vídeo de esta formación en la anterior campaña electoral europea) lo hace con un mensaje deliberadamente ambiguo y… “populista”.

La palabra “populismo” no parece, pues, la más adecuada para definir a una opción política y es frecuente, incluso, que sean los adversarios más enconados los que utilicen esta palabra como arma arrojadiza contra quienes pretenden estigmatizar.

Elegir entre necesidades o predicar valores

Las condiciones objetivas que impone una sociedad a quien pretende actuar sobre ella son las que son y no pueden modificarse en la medida en que una opción política alternativa no dispone de fuerza suficiente como para operar tales condiciones. En una sociedad como la española en la que existe paro, corrupción, mala gestión de recursos, acumulación de renta en las capas más altas y disminución del poder adquisitivo en el resto de la pirámide social, inmigración masiva, redes bancarias y poder de unas corporaciones que neutralizan cualquier gesto de carácter social de los Estados… los valores están casi completamente ausentes de la sociedad y son patrimonio de exiguas minorías en tanto que sirven a sus intereses

Cuando se habla, por ejemplo, de la “libertad educativa” y de la libertad para elegir centro de estudios, es evidente que todo el mundo tiende a apoyarla, pero que muy pocos están dispuestos a luchar por ella. Y si otros temas, aborto por ejemplo, parecen generar más encono, luego, a la postre, todo queda a una manifestación cada cierto tiempo que finalmente, el PP absorbe sin dificultad a sabiendas de que el público de derechas es siempre poco exigente, conservador, conformista y contento con que el líder de la derecha, dé un revolcón de tanto en tanto al líder de la izquierda. El cliente de las derechas no pide nunca mucho más.

En una sociedad atomizada y que padece una crisis endémica de “valores”, una alternativa no puede partir de algo que la sociedad no experimenta como vital, sino de algo más profundo y esencial: las necesidades.

Necesidad de trabajo, necesidad de seguridad (el primero de todos los derechos humanos sin el cual todos los demás son mera ficción), necesidad de estabilidad, necesidad de prosperidad, necesidad de bienestar… y esas necesidades solamente pueden satisfacerse mediante programas radicales que, si bien, no tienen posibilidades de aplicarse a corto plazo, a partir de ellos es posible, encarnar las aspiraciones de algunos grupos sociales, movilizarlos y convertirlos en arietes para una reforma permanente del sistema, especialmente en tres aspectos: modelo económico, Estado del Bienestar y soberanía nacional:

- Modelo económico: ruptura con la globalización, superación del neo-liberalismo, basar la recuperación al sector público dependiente de un Estado reconstituido y capaz de disciplinar a los mercados y desembarazarse de los “señores del dinero”. Renegociar el Tratado de Adhesión con la UE, el pago de la deuda y el futuro del Euro.
-  Estado del Bienestar: contra el Estado de las Autonomías que se come al Estado del Bienestar, por un Estado que sitúe en primer plano las conquistas sociales que se realizaron entre los años 30 y 50 y garantizar los servicios sociales, asistenciales y educativos básicos y de calidad.
- Soberanía Nacional: revalorización de la nacionalidad española, política propia de contención de la inmigración masiva, nuevo modelo de relaciones internacionales, ruptura con el eje atlántico de la OTAN.

En la medida en la que los problemas de soberanía nacional repercuten en el modelo económico y que solamente con una economía saneada puede reconstruirse el Estado del Bienestar, estos tres temas están íntimamente imbricados y forman un conjunto coherente de causas y efectos, análisis de problemas y soluciones, necesidades y respuestas.

¿A quién dirigirse?

Un programa que contenga estos tres elementos no responde a los intereses “globales” de la sociedad, sino al de determinados grupos concretos:

1) clase obrera autóctona pobre,
2) la pequeña burguesía con riesgo de empobrecimiento y
3) la juventud precarizada que debe elegir entre mileurismo y exilio económico.

Estamos hablando de “patriotismo social”, esto es, de la consideración de que todos los ciudadanos nacidos en una misma nación –derecho de sangre- tienen derecho, por pertenecer a esa nacionalidad, a vivir dignamente, con seguridad, con perspectivas de progreso y con las necesidades vitales cubiertas.

Llevamos casi 40 años viviendo de “valores”: la constitución española es una declaración de valores y principios democráticas que siempre, inevitablemente, se quedan ahí, en meras declaraciones, todavía más hirientes en la medida en la que contrastan con una realidad social cada vez más alejada precisamente de esas grandes declaraciones de principios. Lo que una sociedad descompuesta, indefensa, atomizada, invertebrada, económicamente empobrecida, requiere hoy identificar sus grandes necesidades y una fuerza política capaz de presionar para que se aplique una sucesión de reformas que aumente su seguridad en el futuro, su prosperidad y su tranquilidad.

El “patriotismo social” ha demostrado en toda Europa responder mejor a las necesidades de las clases trabajadoras, de los intereses de las clases medias con riesgo de empobrecimiento y de las necesidades, incluso, de reforma de la Unión Europea. Y lo han sido en virtud de programas radicales (es decir, que afrontan la crisis desde la raíz y proponen reformas profundas en las estructuras políticas y en los modelos económicos del sistema).

Cuando la simple promesa de recuperación económica ya no basta para tranquilizar a los tres grupos sociales que hemos mencionado, los que están sufriendo con mayor intensidad la desaparición del Estado del Bienestar, cuando no hay absolutamente ningún elemento que permita asegurar a estos grupos sociales que su situación mejorará en los próximos años, las necesidades de estos grupos sociales son el arma más poderosa para conseguir poner palos en los engranajes más despiadados del sistema económico-político, la santa alianza entre los señores del dinero, las corporaciones y los partidos que han gobernado en los últimos 40 años. Repitamos: clase obrera autóctona pobre, clase media con riesgo de pauperización y jóvenes, son los sectores sociales a los que debe ir dirigido el mensaje del patriotismo social.

La alternativa del patriotismo social debe hacer de las necesidades de estos grupos sociales una bandera. Debe y puede hacerlo en la medida en la que la mayoría de militantes que hoy componen este ambiente, pertenecen precisamente a estos grupos sociales. No están luchando por otra cosa, más que por sus intereses y de los que son como ellos.

© Ernesto Milá – infokrisis – ernestomila@yahoo.es – Prohibida la reproducción de este artículo sin indicar origen.