jueves, 23 de junio de 2016

EL VLAAMS BELANG AUMENTA SUS ESPECTATIVAS DE VOTO


Las últimas elecciones desde 2007-2009 se habían saldado con pérdidas de votos del Vlaams Belang (cuyo nombre traducido quiere decir “Interés Flamenco”). En las elecciones al parlamento federal belga pasó de casi 800.000 votos en 2007 (11,6%) a 506.697 votos en 2010 y, a menos de la mitad, 247,746, en 2014, en lo que parecía un ocaso irreversible de esta formación. En el Senado las cosas no les habían ido mucho mejor. De 787.782 votos en 2007, pasaron a 491.519 tres años después. Los mismos resultados, e incluso, peores, han ido obteniendo en los paramentos regionales. En el de Bruselas pasaron de 21.297 en 2004 a 9.072 en 2009, y en el parlamento flamenco el descalabro fue innegable: de 628.564 votos en 2009 a casi una tercera parte, en 2014. Resultados idénticos obtuvo en el Parlamento Europeo: de 647.170 votos en 2009, cayó a 284.891 en 2014 perdiendo un diputado y quedándose solamente con otro.

Estas caídas de votos se debieron a la persistencia con la que el Vlaams Belang ha ido defendiendo la secesión de Flandes en un momento en el que otros problemas afectaban mucho más directa e intensamente a la población belga. De hecho, el resto de partidos flamencos rebajaron sus propuestas independentistas y se plegaron al federalismo que les ha proporcionado mejores resultados a expensas, precisamente, del Vlaams Belang.

Todos los movimientos independentistas han sufrido idéntico recorrido: en el momento en el que se percibe que la independencia es un proceso largo, complicado y que carece de mayoría social (caso del independentismo catalán), o cuando no queda ninguna duda de que la Unión Europea es una “unión de Estados Nacionales” y no un club de regiones que aspiran a la independencia, entonces, el independentismo remite y, o bien, rectifican las posiciones, o los partidos independentistas se hunden irremisiblemente. El dogmatismo del Vlaams Belang en la cuestión de la “identidad flamenca” y de la independencia de Flandes, es lo que le ha conducido a esta gran crisis. El voto perdido por el Vlaams Belang fue a parar a formaciones de la derecha conservadora que se ha visto notablemente reforzada, mientras la izquierda belga perdía completamente sus oportunidades recurriendo a los habituales mensajes pro-inmigracionistas y humanitaristas que sistemáticamente van entrañando su contracción creciente en buena parte de Europa.

Sin embargo, la irrupción del yihadismo en Bélgica y lo insostenible de la situación en el barrio de Molenbeeck, a 15 km del centro de Bruselas, han aumentado la intención de voto de los nacionalistas flamencos. El diario El País ha entrevistado recientemente a Tom van Grieken, al que califican de “guapo y elegante” presidente del Vlaams Belang: no oculta su satisfacción: “Nunca hemos estado en el poder, pero nunca antes habíamos tenido tanta influencia. Hace diez años, el debate en la calle era de centro, centro-izquierda, ahora es de centro-derecha”. Las encuestas hablan de un fuerte repunte del partido ultra en los últimos meses. El caso belga es de libro, es el ejemplo de cómo los populismos de derechas europeos son capaces de contaminar a un centro político crecientemente ansioso y desorientado. ‘Los patriotas estamos creciendo en toda Europa’”.

En las próximas elecciones de 2018 las encuestas electorales evidencian que el Vlaams Belang está remontando. Y no lo hace porque haya aumentado el número de independentistas flamencos, sino porque ha aumentado el rechazo al yihadismo y a la inmigración masiva. A este partido le toca ahora extraer conclusiones y cambiar actitudes. En cualquier caso, vale la pena recordar que Bélgica es el “Estado tapón” creado artificialmente en 1830 y cuya estructura, composición y destino no tienen nada que ver con naciones históricas europeas, como Francia o España.

El presidente del Vlaams Belang en su encuentro con El País se mostró a favor de una revisión de la UE. A pesar de que las declaraciones obtenidas por el este medio de comunicación, responden a su particular orientación ideológica, humanitarista-universalista, vale la pena reproducirlas. Una maestra se quejaba de que “El día de los atentados, mis alumnos de 13 años me decían que todos los musulmanes son terroristas y que hay que cerrar bien las fronteras para que no entre ninguno”. Un estudio reciente en 15 países europeos del oficial Instituto holandés de investigación social indica –recuerda El País- que en todos ellos los ciudadanos creen que la migración exacerba la criminalidad. En Bélgica, a diferencia de Alemania, la percepción de que la migración es buena para la economía es además muy baja. Un joven que habitualmente no vota, no tiene empacho en reconocer que “Estamos invadidos y la gente va a seguir viniendo”, y un guardia de seguridad es todavía más contundente: “Los extranjeros que no trabajen y los que cometan un crimen deben irse”. Finalmente, el socialista inveterado que ha votado a esa opción desde que tenía derecho al voto, superado por los que está viendo, no puede por menos que declarar: “Desde los atentados hay mucho racismo. La gente tiene miedo de los árabes”. Van Grieken pide más policía, más coordinación entre los servicios policiales y el control de las fronteras -“¿en su casa cierra la puerta, verdad?”-. Si la UE no sufre una profunda reforma, optarían por irse. –“la UE es un matrimonio forzado y esos nunca son felices”-. Y resume el atractivo de su partido en tres palabras: soberanía, libertad e identidad. “La gente no quiere vivir con miedo a los fanáticos”, termina.


La constatación mas espeluznante para El Pais, no es nada de todo esto, sino que el debate político en Bélgica ya no pasa por la izquierda. Los tiempos en los que la polémica era dercha-izquierda han quedado atrás, ahora el debate está entre el centro y la derecha. El País reproduce la declaración del sociólogo de la Vrije Universiteit Brussel, Mark Elchardus: “Hace ya años que las encuestas nos dicen que a la población le preocupan asuntos que trascienden la división izquierda-derecha. El crimen, la integración y los derechos de los inmigrantes, el miedo a la globalización o la identidad nacional. No lo inventó la extrema derecha, estaban ahí, pero los extremistas fueron los únicos que le prestaron atención. Todavía hoy el centroizquierda no tiene un discurso claro sobre la inmigración. Los ataques son evidentemente munición para la extrema derecha”. Y lo peor de lo peor para El Pais: que el Vlaams Belang en estos momentos está con un 14% de intención de voto. El doble que en las elecciones federales de 2014. Intentando banalizar la cuestión de la inmigración, para terminar su artículo, reproducen la declaración de un vecino de Bruselas, votante del VB: “No se integran. Ahora en Ramadán van en medio de la noche a rezar y hacen mucho ruido. ¿por qué tengo yo que aguantar eso?”. En efecto, ¿por qué Europa tiene que aguantar molestias y alteraciones en su estilo de vida...