martes, 28 de febrero de 2017

Diario de un pobre Diablo (30)


GRAVES INCIDENTES EN NANTES PROVOCADOS DURANTE LA VISITA DE MARINE LE PEN

¿Podríamos imaginar un mitin del candidato socialista o del candidato conservador atacado por militantes de “extrema-derecha”? Inmediatamente se desatarían las alarmas, se practicarían detenciones y se responsabilizaría al Front National de crear un clima de inquietud con intenciones de llevar al país a la guerra civil. En realidad, es la cantinela que suelen pronunciar a modo de jaculatoria los medios progresistas, aun cuando no haya excusa para ello. Pues bien, ayer en Nantes, Bernard Cazeneuve, dirigente socialista, dijo textualmente que él, personalmente, “va a entrar en guerra contra el Front National”. ¿Cuál ha sido la provocación? Simplemente, la presencia de Marine Le Pen en un mitin del Front National en aquella localidad, que fue precedido por una manifestación convocada por lo que queda de la CGT (el sindicato huérfano de trabajadores francesa y cada vez más compuesto por funcionarios de origen argelino). Apenas 2.000 manifestantes de todas las formaciones de izquierda, extrema-izquierda y ONGs subsidiadas. Y, claro, ellos también estaban dispuestos a recoger el mensaje de Cazenave y participar en la guerra civil. Saqueos, comercios incendiados, vidrios rotos, once heridos entre los policías que intentaron hacer frente a la “guerra civil”. A esto hay que añadir una caravana de coches del Front Nacional que iban a acudir al mitin, atacados por un centenar de activistas enmascarados que realizaron lo que los presentes llamaron “un ataque a la diligencia”. ¿Cuál es la estrategia de la izquierda? Mostrar, simplemente, que una victoria del Front National llevaría a Francia a la guerra civil. ¿El resultado? Convencer a más ciudadanos de votar por la candidatura de Marine Le Pen y dar la espalda al chantaje del “muy serio” Partido Socialista y de sus perros de presa, la extrema-izquierda.

LOS MOSSOS DECAPITADOS POR INTERESES POLÍTICOS


Hay independentistas entre los Mossos d’Esquadra, sí, pero pocos. En realidad, muy pocos. La policía en cuya creación insistió mucho la Generalitat desde su creación, queriendo hacer de ella una especie de perro fiel con el que justificar la salida de “cuerpos de seguridad españoles”, Policía Nacional y Guardia Civil, siempre ha sido considerada por el Palau de la Generalitat como una especie de “fuerza armada” al servicio del nacionalismo. En muchas ocasiones, los intereses políticos han sido prioritarios sobre los que requería la seguridad en Cataluña (una de las zonas más afectadas por la delincuencia). En algunos temas, los Mossos han fracasado completamente (lucha contra el narcotráfico) y hay que felicitarse de que la única competencia que queda en manos de la policía nacional sea extranjería,  que da la excusa para poder cubrir ese frente. Pero, las injerencias políticas siempre han lastrado la actividad de los Mossos, los cuales, en una inmensa medida no han sido esa “fuerza armada” con la que la Generalitat con cuya fidelidad a toda  prueba contaba ante la hipótesis de la independencia. No es raro que las “purgas” políticas pesen siempre sobre la cúpula de los Mossos. Estos, en sus bases, además, se han visto atraídas por las condiciones salariales y las perspectivas de empleo, pero en amplísima medida sus miembros ni siquiera son nacionalistas. Es fácil oírlos hablar en castellano entre ellos, aun cuando, si te diriges a ellos te responden en catalán. Bien, pero sus cúpulas siempre han dejado claro que tienen muy clara la cadena de mando y la legalidad vigente. Desde luego mucho más claro que en el Palau de la Generalitat y en el Parlament. Hace poco el jefe de los Mossos ha dicho que “no dudaría en obedecer al juez y cursar la detención e políticos rebeldes”. Es Allbert Batlle, llevado al cargo por su amistad con Ramon Espadaler (UDC) y tiene razón: a fin de cuentas los Mossos no son más que una policía judicial, no el “brazo armado de la Generalitat” como los ven los cerebros calenturientos del independentismo. Las declaraciones e Batlle son “imperdonables” para exCDC y para la CUP (que es quien impone los ritmos al desventurado president de la Generalitat. En cualquier caso, mientras el independentismo se mantenga en Plaza Sant Jaume, Batlle está condenado y su permanencia en el cargo puede ser cuestión de semanas. El problema es que el asunto no tiene solución: no existe vía legal para el independentismo, ni tampoco un clima favorable para experimentos insurreccionales. Por otra parte, exCiU, hoy PDCat, tiene muy pocas perspectivas de obtener buenos resultados en las próximas elecciones que consagrarán a ERC como partido mayoritario y hegemónico en el panorama catalán (al menos por unos años). Y ya se sabe que en materia independentista, la actual dirección de ERC es la más fantasiosa que nunca ha tenido y nunca aceptará bajarse del burro (y qué burro) independentista. Problema enquistado mientras Barcelona se ha convertido en la capital europea de la delincuencia.