lunes, 20 de noviembre de 2017

EL RIESGO DE LAS PRÓXIMAS ELECCIONES CATALANAS




Lo que está ocurriendo en Cataluña es significativo: el independentismo se está rompiendo y, contrariamente a lo que la lógica y el sentido común hubiera inducido a pensar, no lo está haciendo en función de una decantación entre moderados nacionalistas y radicales independentistas, sino entre una loca carrera por demostrar cuál de las dos candidaturas es “más independentista”, si la de Puigdemont o la de Junqueras. Esto no es una novedad en el nacionalismo catalán, pero si resulta en cualquier caso significativo el que, después de una derrota como la sufrida por todos los partidarios del “procés”, en la que no se ha cumplido ni una sola de sus previsiones, sigan pensando como hace dos meses, como si aquí no hubiera pasado nada.

LO QUE EL INDEPENDENTISMO NO HA ASIMILADO

El cálculo independentista se basaba en cinco premisas que se han demostrado erróneas una tras otra:

1) Que el gobierno Rajoy era débil como para no afrontar la secesión.
2) Que existía una “mayoría social independentista” y que el “unionismo” había desaparecido.
3) Que la secesión no produciría “efectos económicos”.
4) Que los resultados del referéndum del 1-O serían claros y determinantes y
5) Que lloverían los apoyos internacionales.

Nada de todo esto se ha dado en realidad: el gobierno del Estado, sin excesivo esfuerzo, ni dramatismo ha cortado la secesión en seco, simplemente llamando a declarar a unos cuantos consellers; se ha desatado expontáneamente la mayor oleada de “españolismo” en Cataluña que se haya visto, probablemente desde los años 40; el 1-O no demostró absolutamente nada más que lo que había demostrado el 9-N o los seudoreferendums locales de la principios de la década; más de dos millares de sedes sociales de empresas han cambiado de sede social y un millar de sede fiscal; nadie, absolutamente nadie, ni en Europa ni en lugar alguno, se ha interesado por la “república catalana”, salvo outsiders tan remunerados como anecdóticos (desde Julian Assange hasta Pamela Anderson…).

LAS CANDIDATURAS INDEPENDENTISTAS: VERDADEROS MOSAICOS

El “frente independentista” está roto y ha aparecido en su interior un fenómeno nuevo: los partidos independentistas ya no han sido capaces de organizar candidaturas con sus propios  recursos y afiliados sino que han tenido que recurrir a figurones del independentismo. La antigua CDC ha desaparecido por completo: en su lugar emerge una candidatura en torno a “Cipollini” que, estratégicamente, es el mayor error que ha podido cometer hasta hora (pero al que seguirán, sin duda, otros de igual calibre antes de que afronte los problemas judiciales y las multas que tiene por delante). El “president de la república catalana” no se ha dado cuenta de que al encabezar una candidatura de partido deja de ser “president” para convertirse en simple candidato de una formación política que él mismo encabeza… a falta de algo mejor.

En cuanto a ERC, la cantidad de militantes que aparecen en su lista y que no son militantes del mismo (un cura, un productor musical, una corredora, el director del RAC1, el hermano de Maragall que no quiere abandonar la primera fila política, una entrenadora de natación sincronizada… odiada además por deportistas que estuvieron a su cargo) crean un problema adicional: se trata de militantes sin compromiso de partido que no se sabe cómo reaccionaran en votaciones o cuando tengan la poltrona… Otro tanto le ocurre a la candidatura de “Cipollini”. Sin olvidar que la gran debilidad del independentismo ha sido precisamente acceder a presentarse a las elecciones: en efecto, desde el mismo momento en el que lo decidieron, desapareció toda sombra de legitimidad del 1-O y la ya de por sí virtual república catalana se esfumó…

A no olvidar que Joaquín Forn (hoy en prisión) ha declinado ir en las listas de “Cipollini”, como también ha hecho Lluís Corominas (presidente del grupo de Junts pel Si), o la exconsellera Maritxell Boarràs (hoy en Bruselas a la vera de “Cipollini”) o Anna Simó (ERC) ayer miembro de la Mesa del Parlament y hoy con ganas como todos los anteriores de hacerse olvidar. En cuanto a la CUP, las exigencias de Teresa Forcades eran muy superiores a lo que ésta estaba dispuesta a dar, o que Anna Gabriel no repetirá ateniéndose a los estatutos de la CUP…

CUANDO LOS AMATEURS FATANATIZADOS SUSTITUYEN A LOS POLÍTICOS PROCESADOS

En estas circunstancias, el independentismo hubiera debido de cambiar su “relato”. Dar marcha atrás y renunciar a lo imposible. Pero el problema es que la clase política catalana ha ido degenerando en las últimas décadas por distintas circunstancias: en primer lugar porque, una vez más quedó demostrado que el “nacionalismo” era la “última trinchera de los mangantes”, mera excusa emotiva y sentimental para captar votos de creyentes e incautos, mientras ellos seguían con sus corruptelas: así fue el pujolato y todo lo que le acompañó. La introducción de nuevas fuerzas políticas en el parlamento del Estado hizo, a partir de 2010 que la presencia del “grupo catalán” ya no fuera decisiva y en tránsito del “bipartidismo imperfecto” al “pluripartidismo”, permitió que la fiscalía atacara a CiU en distintos frentes y terminara embargando sedes y patrimonio. La clase dirigente del nacionalismo moderado se perdió allí entre líos judiciales y solamente quedaron… ¡los que, a fuerza de repetirla, se creían la cantinela nacionalista! Estos son los que han dirigido el “procés”: aficionados, tipos emotivos, fanatizados y obsesivos con el nacionalismo y creyentes en los dogmas proclamados durante el pujolato a través de los medios de comunicación oficiales de la gencat

El político, calcula, valora, analiza y, a partir de todo esto, percibe si su ideal tiene o no posibilidades de llevarse a la práctica. El aficionado cree que la razón la asiste y, de manera mística, tiene la convicción de que un “poder superior” (llámese “poble catalá”, llámese “soberanía catalana”, llámese “construcción nacional de Catalunya”) le asiste y le llevará a buen puerto… En el nacionalismo ya no quedan “políticos” sino una extraña mezcla de radicales dogmáticos incapaces de realizar una reflexión estratégica, inútiles para enunciar nuevas tácticas que no supongan una fuga hacia adelante y arribistas que creen que su situación personal mejorará en el marco de la independencia. Eso es todo. Y eso es lo que se va a presentar a las elecciones del 21-D.

LA GUERRA CIVIL NO SERÁ ENTRE INDEPENDENTISTAS Y UNIONISTAS, SINO ENTRE LOS PRIMEROS

Las dos candidaturas indepedentistas van a competir entre sí. Pero lo que quede ya no será, a un lado los votos de CDC y a otro los de ERC, sino una mixtura híbrida en cada bando, repleta de diputados con ideas propias de cómo hay que hacer las cosas y sin compromisos de partido. Desde hace décadas en Cataluña se cree –erróneamente- que el “más nacionalista” es el que se lleva más votos. En esa loca carrera participó incluso el PSC de Maragall convencido de que iban a ser capaces de desbordar al nacionalismo. En la campaña del 21-D veremos a las dos formaciones indepes insistiendo en que ellos lo son más que los otros. Será inevitable que, antes o después empiecen a caer en los reproches mutuos sobre por qué ha fracasado en “procés”

El problema del independentismo es que no ha advertido todavía su fracaso histórico: incluso se niegan a reconocer que los editoriales que cada día publica, no sólo La Vanguardia, sino incluso el Ara, describen una situación mucho menos triunfalista. En estos últimos meses, el sector “unionista” se ha ido reforzando y ganando confianza en sí mismo. Hoy son relativamente frecuentes las manifestaciones de apoyo a la unidad del Estado, incluso en poblaciones catalanas de segunda filas. En ese tiempo, son muchos los nacionalistas e independentistas que están empezando a considerar que alguien les ha estafado, que lo que les proponían como factible ya no lo es tanto y que, nadie, por cierto, les está diciendo nada nuevo. Sin olvidar que en todo el Estado, la actitud de Rajoy ha contribuido a reforzarlo y que las próximas elecciones generales las tiene ganadas por anticipado por mucho que la corrupción haya acompañado al PP.

Porque el gran problema del independentismo es que en las posiciones en las que se encuentra hoy no están en condiciones de elaborar un programa político completo, sino solamente, o bien una reiteración de la vía independentista (impracticable) o bien una renuncia a ella (impensable antes de las elecciones). Lo que vamos a ver en la próxima campaña electoral es un cuadro en el que, no solamente habrá una lucha entre el bloque independentista y el unionista, sino que, además los primeros tendrán una guerra civil en su interior.

Lo único que les unirá a falta de un programa realista es… el victimismo y radicalismo indepe cansino, reiterado, inviable... Que si a un tipo le volaron ojo el 1-O, que si las fotos de una abuela en el suelo, que si otro tipo sangrando, que si las fotos de “los dos jordis” y de los exconsellers presos, que si “Cipollini” está harto de comer patatas fritas con mejillones en las braserías de Bruselas…y poco más. Mientras en el bloque unionista, lejos de existir decepción lo que hay es exaltación (incluso demasiado optimista), en el bloque indepe lo que se ha difundido en algunos sectores es la desmoralización y la sensación de que alguien ha estafado a alguien. Parece claro, quién ganará votos y quién los perderá. Porque para el independentismo, no romper su techo de 2015 supone perder las elecciones.

EL PNV PODRÍA ILUSTRAR AL INDEPENDENTISMO CATALÁN

No puede extrañar el silencio del PNV que a lo largo de toda la peripecia de "Cipollini" ha permanecido mudo, sino atónito, ofreciéndose solo para "mediar", no fuera a ser que el efecto del "caso catalán" generase una epidemia antinacionalista que les afectase: este silencio se debe a que allí todavía quedan “políticos” que conocen perfectamente lo que puede “hacerse” y lo que no puede “hacerse”. El fracaso del Plan Ibarretxe les enseñó mucho. Nunca más volverán a intentar una aventura parecida que tardó años en solventarse pero cuando lo hizo (con la presencia de Ibarretxe en Madrid y una votación parlamentaria que rechazó su plan…) quedó claro que insistir por el mismo camino sería un suicidio. Eso es lo que no ha comprendido el nacionalismo independentista catalán. Es significativo que en la crisis catalana, el PNV haya permanecido mirando a otro lado, mientras dejaba a Otegui y los exetarras que se pasearan por la tierra de Hipercor jaleados por los independentistas… otro de los grandes errores del “procés”: las malas compañías.

Quienes sostienen que el riesgo de las próximas elecciones es que todo quede igual se equivocan: eso es a lo que aspiran los independentistas. Si se da esa “igualdad” y el independentismo no logra romper la barrera del 50% con amplio margen de votos y diputados, el resultado es simplemente, prolongar los efectos de la derrota, seguir con el 155… lo que implica, en la práctica que el independentismo seguiría sin tener las llaves económicas de la gencat y perder progresivamente su “clientela” subsidiada y la totalidad de sus medios de comunicación no oficiales. Y si lo que, finalmente, se forma, es algo parecido a las viejas fórmulas tripartidas de la década anterior, la derrota no será menor: será un paso atrás que precederá al siguiente. Nadie apoya eternamente en las urnas a las causas perdidas.

El problema para Junqueras (“Cipollini” pasará a ser una anécdota después del 21-D y lo que quede del PDcat terminará por deshacerse de él) será bañarse en las aguas del realismo político o bien arriesgarse a políticas testimoniales. Y estas, como se sabe, siempre tienden a ir reduciendo el propio campo de aplicación. Porque si la independencia es imposible hoy y el nacionalismo sigue insistiendo una y otra vez en ella, por presión de los “amateurs”, lo que se emprende es una vía muerta en la que al del camino lo único que hay es lo que los viejos romanos más temían: “la extinción sin gloria en el Hades”…