viernes, 2 de marzo de 2018

PARECIDOS HISTÓRICOS RAZONABLES (4): EL BUCLE SOCIALISTA


Lo más sorprendente del proceso soberanista es que la sociedad de 2017 está extremadamente alejada de la de 1926-1934, como la noche del día, y, sin embargo, el proceso soberanista se ha dado en las mismas circunstancias y reproduciendo los mismos esquemas. Y esto a despecho de que lo que no “funcionó” durante la Dictadura y durante la República, difícilmente podría funcionar en democracia. Y esto vale, no solamente para las fuerzas que se han mostrado favorables al independentismo, sino también para aquellas que se han ido por la tangente, complicando extraordinariamente, lo que, en principio, era bastante simple: a favor o en contra de la independencia. Tal es el caso del socialismo.

AYER Y HOY, LA IZQUIERDA CATALANA FRAGMENTADA

Socialismos, ha habido y hay muchos. En realidad, más bien, deberíamos hablar de “izquierda” (dando por sentado que el partido conocido como “Esquerra Republicana de Cataluña”, es un simple partido de centro-izquierda en el cual los elementos nacionalistas son mucho más acusados que los “sociales” y, por tanto, se ubican en un espacio diferente al del socialismo catalán). La izquierda catalana está dividida en dos grandes sectores: la izquierda unionista y la izquierda independentista. En ambos sectores se encuentran "socialistas", "comunistas" y orientados vagamente "a la izquierda". Además, entre los últimos, la izquierda independentista, hay una fuerte componente de extrema-izquierda. Así pues ¿dónde están "los socialistas"? En todas partes. Así pues habrá que aludir a las organizaciones concretas del panorama catalán de ayer y de hoy:

- la Federación Catalana del PSOE ayer; hoy el Partido Socialista de Cataluña,

- la Unión Socialista de Cataluña y el Bloque Obrero y Campesino en los años 20 y 30, e Iniciativa per Catalunya – Verds, primero; hoy los Comunes, Podemos, y 

- El Partido Comunista de Cataluña, Estado Catalán Proletario, Partido Catalán Proletario, ayer; hoy, la CUP.

Existen eso sí, dos grandes diferencias entre la situación en el primer tercio del siglo XX y en la actualidad:

- En aquel momento existía una gran fuerza anarcosindicalista, la CNT-FAI, que no se alineaba con ninguno de estos sectores (a pesar de que, especialmente, el BOC, y el propio Macià, trataran de arrastrar a la CHT-FAI hacia su terreno) y en la actualidad tiene una presencia residual.

- La otra diferencia sería que en aquellos momentos existía un catalanismo moderado formado en torno a la Lliga y en el período situado entre 2010 y 2017, este sector se ha evaporado completamente (por mucho que seguramente emergerá de nuevo cuando Puigdemont sea descabalgado del PDCat o éste se reconstituya bajo otras siglas y logre atraer a sectores desengañados con el aventurerismo de ERC).

LA GÉNESIS DEL PARTIDO SOCIALISTA DE CATALUÑA: LA MADRE DEL PROBLEMA

La posición del PSOE ha sido siempre oscilante y dubitativa, aunque los motivos que tenía en los años 20 y 30 eran muy diferentes a los que tuvo a partir de los años 70. En el primer tercio del siglo XX, la Federación Catalana del PSOE estaba más ligada a este partido de lo que lo ha estado a partir de la segunda mitad de los 70. 

No olvidemos que el llamado “Partido Socialista de Cataluña” nació de la fusión de la Federación Catalana del PSOE, con Convergencia Socialista de Cataluña (formada por “niños bien” de la alta burguesía que antes habían militado en el Frente "Obrero" Catalán) y por el Reagrupament Socialista de Catalunya constituido en el exilio entre ex cenetistas, ex poumistas, ex PSUC y ex ERC. 

Sobre la “cuestión catalana”, todos estos grupos tenían una posición diferenciada que oscilaba desde anteponer la “cuestión social” a la “cuestión nacional” (en el caso de la Federación Catalana del PSOE), a unificar “nacionalismo” y “socialismo” (caso del Reagrupament), hasta mantener una posición oportunista, tratando de ser “más catalanistas” que los catalanistas moderados…

Al crearse el PSC, la corriente que se impuso, la de los “niños bien” (los Raventós, los Obiols, los Maragall, los Narcís Serra…). La Federación Catalana del PSOE, prácticamente desapareció embebida en ese ambiente y otro tanto le ocurrió a los ex Reagrupament. Eso fue lo que en determinados sectores de izquierdas no catalanistas hizo que se considerase que la alta burguesía controlaba a las clases medias mediante CDC y había colocado al frente de los socialistas a sus hijos para que controlaran al proletariado… No era exactamente así, pero algo de eso había.

Ya hemos dicho que la responsabilidad del actual “proceso soberanista” se debe, por completo a Pasqual Maragall y a su propuesta de un “nou estatut”, en donde seguía presente la vieja intención del PSC de “superar en nacionalismo a los nacionalistas”. Desde entonces, el PSC se ha visto envuelto en un mar de ambigüedades que estuvieron a punto de hacerlo desaparecer tras la tocata y fuga de Montilla. 

En realidad, el PSC no es “separatista”, ni lo ha sido nunca, pero siempre ha oscilado entre una tendencia a pactar con los separatistas de ERC (tendencia que, como veremos, es clásica en el socialismo catalán y se remonta a la Unió Socialista de Catalunya de los años 30) y distanciarse de ellos, enarbolando –ayer y hoy- la bandera del “federalismo” que básicamente se resumiría así: “para evitar que Cataluña sea independiente… hay que independizarla para luego integrarla en una unión federal de los pueblos ibéricos”. Es decir, en lugar de afrontar el problema del independentismo, se afrontan dos: por un lado la independencia de Cataluña y por otra la construcción de una “federación ibérica”.

En realidad, la historia nunca ha visto que una nación se rompiera en varios trozos para luego formar con ellos una “federación”. Las federaciones siempre se han constituido históricamente partiendo de entidades concretas y unitarias que se integraban en otras similares. De ahí que la propuesta de Maragall pueda ser considerada como un doble salto mortal sin red y así haya sido entendida por buena parte del electorado que, mientras el PSC siguió con esta obsesión, le fue dando cada vez más la espalda. 

Debió de llegar Iceta para dar marcha atrás y, sin renunciar explícitamente al “federalismo” en las últimas elecciones autonómicas, retirarlo al baúl de los recuerdos del que tardará en salir.

ANDREU NIN Y EL CATALANISMO IZQUIERDAS

Históricamente, nada ha cambiado en casi cien años. En los años 1903-1915, ya hubo intentos de poner en marcha un catalanismo de izquierdas, en oposición al catalanismo de derechas encarnado por la Lliga. Estos intentos se realizaron, inicialmente, dentro de la Unió Catalanista. Algunos de sus miembros (Antoni Rovira i Virgili, Pla i Armengol, Serra y Moret, Martí i Juliá) intentarán que la Unió adopte un programa socialista. Fracasarán. Volverán a la carga cuando empiece a hablar de la creación de la Mancomunitat. Josep Comaposada, miembro del Centro Socialista de Barcelona apoyará el proyecto, así como su secretario, Andreu Nin, un hombre que recorrió todas las estaciones del via crucis de la izquierda desde el nacionalismo republicano hasta el filotrotskysmo. Esta actitud constituyó la primera ocasión en la que un grupo de izquierdas se posicionada en el área nacionalista. Era 1913.

Al año siguiente, Nin que, entonces militaba en la Federación Catalana del PSOE, consiguió durante su IV Congreso que se aprobase un “programa de mínimos” sobre “las nacionalidades” y pidió “la organización confederal” del partido, en base a partidos regionales. Señaló en ese mismo congreso celebrado en Reus que los socialistas europeos eran favorables a la “sensibilización nacionalista” y señaló al  “socialismo bundista judío austríaco”, a los mencheviques caucásicos, combatidos por Lenin.

Poco a poco, aquellos miembros de la Unió Catalanista que habían fracasado en hacer de esta liga un partido socialista y nacionalista, fueron ingresando en el PSOE (Serra i Moret, Pla i Armengol). Para ellos se trataba de evitar que la Lliga pasara a la historia como "representante de Cataluña". 

En el VI Congreso de la Federación Socialista (Tarragona, 1914) se pidió la creación de una “Confederación de Repúblicas Socialistas Ibéricas”. El tema fue incorporado en 1918 en el Congreso del PSOE. Y fue en ese instante en el que se inició el ciclo de buenas relaciones entre el catalanismo nacionalista y el socialismo internacionalista. ¿La excusa? “Había que llegar al internacionalismo desde casa…”. El PSOE pasó a apoyar las reivindicaciones de Bohemia, Alsacia-Lorena, Irlanda e Israel.

LA UNIÓN SOCIALISTA DE CATALUÑA, O LOS FABIANOS CATALANISTAS

Pero, como era de esperar, la victoria de Nin en el interior del socialismo español fue momentánea. Indalecio Prieto y Antonio Fabra se opusieron a los catalanistas, lo que forzó a algunos miembros de la Federación Catalana a distanciarse del PSOE y fundar la Unión Socialista de Cataluña (USC) el 8 de julio de 1923. Eran los fabianos catalanes, mayoritariamente laboristas y/o socialdemócratas. Entre ellos se encontraba un antiguo colaborador de Prat de la Riba (Lliga), Rafael Campalans, director de la Escuela del Trabajo. La aportación de Campalans consistió en distinguir el “nacionalismo xenófobo e imperialista”, del “nacionalismo que reivindica los derechos de las nacionalidades”.

Inicialmente, la USC no será una realidad separada de la Federación Catalana del PSOE, sino una especie de extensión. De hecho, la fundación misma del grupo se realizó dentro de la sede de este partido integrando a “socialismo y catalanismo” y defendiendo un “catalanismo universalista” (una obsesión que ha acompañado desde entonces al socialismo catalán y ha jalonado sus fracasos como la de todos aquellos que han querido encontrar la cuadratura del círculo). Para todos ellos el “nacionalismo” era un concepto “político” y no nacional y eso, decían, les separaba de los fascismos. 

Campalans, además, sostenía la curiosa tesis de la “evolución ascendente” del catalanismo que habría pasado por una primera etapa romántica (Renaixança y Noucentisme), una segunda fase de toma de conciencia nacional (fase de afirmación) y ahora le faltaba alcanzar el último grado (de emulación para constituir una nacionalidad autónoma). Cuando Einstein visitó Barcelona en 1923 le recomendó a Campalans que no aludiera mucho al “nacionalismo” para evitar la proximidad con los nacientes fascismos (que ese año habían llegado al poder en Roma y en noviembre habían intentado un golpe en Munich).

En los primeros años, la USC siguió siendo una extensión del PSOE, pero en 1918 ingresó en el partido Joan Comorera que procedía del Partido Reformista (como Companys) y que luego había militado en el Partido Catalán Republicano de Layret. De todas formas, Comorera se fue pronto a la Argentina y no volvió hasta 1931. Entonces su papel político creció como la espuma especialmente bajo la sombra de Companys (fue Conseller de Agricultura con él). Comorera nunca fue separatista, pero “entendía” al separatismo como “reacción al centralismo”. Tal es otro de los tópicos que el socialismo catalán siempre ha mantenido, incluso hasta hace poco.

A lo largo de los años 20, la USC fue tomando distancias del PSOE (Gabriel Alomar fue su Presidente y Serra i Moret su vice). Sin embargo, otros catalanistas prefirieron permanecer en el interior del PSOE para tratar de influir en este partido. Finalmente, la USC terminaría haciendo causa común con ERC (con la que se presentó en coalición en varias elecciones ya en el período republicano), mientras que el PSOE seguía manteniéndose ambiguo y “comprensivo” en relación a la “cuestión catalana”.

El Partido Socialista, nunca superará sus contradicciones internas, ni en los años 30, ni durante la transición (en el proceso de formación del PSC con los fragmentos que hemos enumerado), ni en los años del felipismo o de la catástrofe zapateriana. Su posición “centrista” entre “unionistas” e “independentistas” será lo que le haga oscilar de unos a otros, demostrando en todo esto falta de personalidad política. Su fórmula para justificar esa posición intermedia, el “federalismo”, no ha dejado de ser un artificio intelectual para justificar el verse arrastrado por unos o por otros.

De la misma forma que en el primer gobierno de Macià estaban presentes Serra i Moret y Rafael Campalans de la USC y Vidal i Rosell por la UGT, Maragall no tendría inconveniente en pactar con ERC en el Tinell en 2003 y, a partir de ahí, inaugurar el período actual que ha conducido a la “crisis independentista”. El sucesor de Macià, Companys haría otro tanto, incluyendo a Comorera (USC) en su gobierno como Conseller de Agricultura, mientras que la Consejería de Gobernación se la entregaría a los extremistas separatistas de Estat Català (Dencàs y los hermanos Badía), tratando de pactar con el PSOE de nuevo una “República Federal”…

CONCLUSIÓN: 100 AÑOS DE “FEDERALISMO”. 100 AÑOS DE ECLECTICISMO

Son ya casi 100 años en los que el PSOE está “atascado” literalmente en un proyecto “federal” que, por supuesto no tiene ningún viso de realizarse, ni está presidido por una lógica política, ni mucho menos por ejemplos históricos (la separación entre Chequia y Eslovenia, posterior a la caída del Muro de Berlín, no ha hecho que ambos países se reaproximaran o hablaran de “federarse”… como tampoco ha ocurrido entre las distintas partes en las que fue descoyuntada Yugoslavia). 

En política se trata de elegir entre “amigo” y “enemigo” como decía Carl Schmidt. El problema del PSOE y del PSC ha sido ignorar este axioma y pensar que se puede estar en misa y repicando. Ciertamente, su papel histórico objetivo durante la transición y en los treinta años siguientes fue catalanizar al proletariado en Cataluña, masivamente llegado de fuera de Cataluña en los años 50-70. El PSC desempeñó brillantemente esta tarea… en la medida de lo posible y a costa de haber perdido casi todas las elecciones autonómicas en las que se presentó (al PSUC, esta posición “comorerista” le costó incluso su existencia misma) e imponerse sólo en las generales. Es evidente que el eslogan federalista hay que dejarlo en el desván: complica mucho más que resuelve.

Algo parecido le ocurre a la izquierda del PSC. Sólo que aquí la excusa no es el “federalismo” sino el “derecho de autodeterminación”. Pero esta, claro, es otra historia, igualmente paralela por lo demás, que demuestra que no hay nada nuevo bajo el sol que luce en Cataluña.

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